
A mi cuerpo
Hermano de la voz adolorida
por el gozo impuntual y su premura,
enjunto servidor de tal anchura,
más lenta al asfixiar sin más urgida,
¿no es hora de que atiendas las razones
del húmedo lamento que me ofreces
cuando otorgo calor a tus rincones
sin saber que sofoco muchas veces
esos ángulos sedientos de otra paz
no por helada y ardua menos clara,
la que acaso tenga el aire de la faz
de un Amado difícil que abrazara
sosegando sin tregua y son solaz?
Que te abrase Su frío, te bastara.
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