He de cuidar mi actividad cerebral, pues ¿No es ella la que me hace sentir lo que veo, lo que oigo, lo que toco, lo que gusto y lo que permite mi olfato?
Debo cuidar mi actividad física. ¿Acaso no es ella la que permite mantenerme en movimiento en el espacio y en el tiempo?
He de cuidar mi actividad alimentaria porque me aporta los nutrientes que dan la vida.
Debo cuidar mi actividad espiritual, porque a través de ella puedo distinguir lo bueno de lo malo, lo lícito de lo ilícito, lo justo de lo injusto y lo divino de lo profano.
Debo cuidar mi equilibrio emocional para estar en paz con mi familia y conmigo mismo y poder decir a mis amigos: ¿Qué cosa te molesta que yo te diga para no decírtelo jamás?
He de cuidar las cosas que digo para no dar lugar a la interpretación que cada quien hace de las cosas que oye.
Debo cuidar mi estimación personal para mantenerme en constante actitud de desarrollo y crecimiento personal.
He de cuidar mi capacidad de comprensión para entender que algunos me admiran por la forma como me cuido y otros me odian por esa misma razón; y
Debo cuidar mis manos para escribir todo lo que pienso y tocar la guitarra a despecho de que agrade a quien la escucha.
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