“Un rey es un rey” de Yazmina Jiménez
Esta pequeña obra de teatro es una obra maestra de la dramaturgia zuliana, donde se hacen evidentes algunos de los temas fundamentales de la obra de Yazmina Jiménez: la vejez, la muerte y actuación.
Dice Luis Perozo Cervantes en el prólogo de la obra: “El título de esta obra Yazmina Jiménez me conduce directamente los anunciados provocadores de los dadaístas. ¿Y cómo no pensar en Ubú Rey, de Alfred Jarry, cuando una obra de teatro enuncia dos veces en su título que “Un Rey es un Rey”? Las secuencias dramatúrgicas que se presentan en esta obra de Yazmina Jiménez, tienen el ritmo sincopado de Esperando a Godot, de Samuel Beckect. El protagonista, un actor llamado Rey, que da las voces a miles de actores viejos, quienes han vivido para morir en sobre las tablas.”
Hemos seleccionado un fragmento de obra para que lo disfrutes
[…]
SAN BENITO: -Ya tendremos tiempo de representar lo que queráis. Nos tenemos que ir; llévate el libreto aunque, a donde vamos no lo vais a necesitar. Juan de Dios nos está esperando.
REY: -No me quiero ir todavía San Benito, necesito representar tu obra mañana.
SAN BENITO: -No te resistas Rey, al que le toca le toca y llegó tu momento.
REY (MOLESTO): -Negro pretencioso, queréis mandar más que Dios.
SAN BENITO (CON FIRMEZA): -Soy un vasallo de Dios.
REY: -Ya va, ya va…. (EMPIEZA A EVOCAR). Perucho ¿Te acordáis de mi pueblo y mi casa cuando éramos adolescentes? Siento una suave brisa. Mi casa está en una loma frente al mar, allí nací, es la casa de mis padres y de mis hermanos ¡Soy feliz! Mi pueblo es árido pero hermoso, hay cujíes y otros árboles. Las mujeres son azules y los pájaros no dejan de trinar en las mañanas; cuando cae el sol, las mariposas color mamey que atraviesan por la orilla de la playa se vuelven azules. Todo lo que allí sucede tiene olor a algas y mar. Atisbo desde arriba la ranchería; es el tiempo del petróleo, de mi niñez y adolescencia. Te acordáis Perucho de Mojino Pollino, ese burro color gris, flaco y pequeño, al que le colocábamos latas de agua en su lomo, nos montábamos en él, y bajábamos al pueblo para vender el agua en el prostíbulo, para que las putas se asearan, y los clientes gringos y los del pueblo también.
PERUCHO: -No nos fue mal entonces Todo era una aventura; podíamos mirar por las hendijas de los ranchos y observar los números que realizaban a sus clientes las meretrices, en especial a los gringos, que no sólo se llevaron el petróleo sino que le robaron el azul al mar y se lo colocaron en sus ojos. Las mujeres se sentían halagadas a la hora del pago: ¡FIVE Dólares! y hasta más; en especial La Vitalia, La Muerte Americana, Muerte por flaca y Americana por su gusto hacia los gringos.
REY: -Te acordáis del día que llegó un barco cargado con mujeres Europeas, italianas y francesas, que luego le quitaron la clientela a las otras. ¡Eran bellas! Pobre Rosa, La Bocona y La Tintorera, fueron quedando rezagadas por la sagacidad sexual de las europeas.
PERUCHO: -No sólo eso, esas si sabían mamar, dejaban a los tipos con los ojos viraos y les servían los tres platos. Muchos de los hombres del pueblo dejaron a sus mujeres para irse con ellas. Lejos estaban las mujeres de esos pacatos maridos de saber todas esas vagabunderías que hacían las matronas de la mala vida. Ni tan mala porque ellas eran unas gozonas.
SAN BENITO (Horrorizado): -Este no sube al cielo, que va negro…
REY: -Ese Mojino Pollino se las sabía todas, conocía cualquier rincón habido y por haber; por andar con nosotros se dejaba colocar las latas de agua, él no tenía dueño todo el mundo lo quería.
SAN BENITO: -Este lo que quiere es distraerme para que no me lo lleve.
REY: -Te cuento San Benito que todos los días nos íbamos con el Mojino Pollino a bañarnos al mar; nadábamos como pez y comíamos todo tipo de pescado y, lo más importante, siempre lo teníamos parado como burro de sabana. Ahora recuerdo que el Mojino Pollino comía también pescado y esa fue la causa que un día que lo montamos salió corriendo como alma que lleva el diablo. (San Benito se persigna). Sin que lo pudiéramos detener tiró las latas de agua; corrió, corrió por cerros y montes, no podíamos pararlo, estaba alborotado, parecía estar falta de burra, su miembro casi se rompe con las piedras del camino (PERUCHO SE RIE) ¡Que cargado era ese burro! De pronto se levantó en dos patas, casi nos tira al suelo, nos asustamos, bajó por el cerro y cuando estaba a cincuenta metros de la playa se lanzó con nosotros al mar, casi nos mataba, sólo nuestra pericia nos permitió salvarnos y salvarlo a él. Logramos llevarlo hasta la orilla, se levantó y empezó a rebuznar, nos miró y salió corriendo. Ese fue el último día que lo vimos.
BELANDRIA: -Rey acuérdate que estoy aquí.
REY: -Si, lo sé mujer.
SAN BENITO: -Interesante ese cuento pero se está haciendo tarde.
REY: -Esperate un momento Benito que tengo que contarte una experiencia que todavía hoy en día me molesta.
SAN BENITO: -No sigas deteniendo el tiempo Rey.
REY: -Yo apenas era un muchacho cuando un día, caminando por la playa, me encontré con la negra Josefina, ella era cocinera de barcos. Me dijo: -Negro vení acá, y me tiró en la arena; no tengáis miedo que sólo quiero agarrártelo, me lo apretaba y se reía, y me decía, tocá Negro, tocá, que este gato quiere leche. Yo temblaba y ella se reía, por último metió mi cabeza en sus tetas olor a aceite, eso me dio asco.
BELANDRIA (HACE UNA MUECA): -Asco es poco; Esa vagabunda se la pasaba en la playa cazando a los hombres con el dorso desnudo.
PERUCHO (BURLÁNDOSE): -Lo que pasa Belandria es que el olor a algas y a pescado le despertaba la libido a esa mujer. Ella era una gozona.
BELANDRIA (A PERUCHO): -Cállate Perucho. (A REY): -Rey cómo pudiste dejarte hacer eso.
REY: -Va pues…eso pasó hace tiempo Belandria. Y a pesar de los años no me quito el mal sabor de la boca.
SAN BENITO: -¡Ah negro! Eso nos ha pasado tanto a hombres como a mujeres; de mí se tejen muchos relatos, entre ellos que yo era blanco y de ojos azules, y como me asediaban mucho las mujeres le pedí a Dios que me diera este color de piel. Otro relato es que una mujer se enamoró de mí y me escondió en una bodega donde depositaban carbón y de allí salí negro. Otro fue que yo trabajaba como capitán de un barco negrero, de los que traían esclavos de África y, que después de haber maltratado a los negros por mucho tiempo me arrepentí y me puse negro.
REY: -Eso es diferente, esa negra me violó.
SAN BENITO: -Ya basta Rey, se nos hace tarde.
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