
EL SOL I TU IMAGEN
A Ntra. Sra. de Chiquinquirá
El Sol es un artista soberano,
maestro universal de los pintores,
tiene su lienzo i mezcla sus colores
del cielo al mar i de la cumbre al llano.
En la rama del huerto dora el grano
i el plumaje de alados trovadores,
el crepúsculo, el iris i las flores,
paisajes son de su pincel galano.
Para adorar tu Imagen, el más bello
matiz quitara de la aurora al prisma,
i su gloria mayor fundara en ello.
Más la ve retocada por sí misma,
recoge al punto el matinal destello
¡i en el espacio, con rubor, se abisma!
A N. S. DE CHIQUINQUIRÁ
¿Quién no admira el prodigio
raro que obráis en vuestra ima
gen de Chiquinquirá?
Novena – Día 4º
¿Qué zuliano en su espíritu no lleva
esculpida la imagen sacrosanta
que de tu altar en medio se levanta,
como la flor que en el pénsil se eleva?
¿Quién será, dulce Madre, el que no mueva
hoy hacia ti la presurosa planta,
si hoy brilla tu poder con gloria tánta
que á su fulgor tu imagen se renueva?
Mas si por obra de tu amor, María,
has inmortalizado esa pintura
que al tiempo en sus embates desafía,
Lleno de amor también y de ventura,
el pecho del zuliano en este día
renueva sin cesar tu imagen puro.
A N. S. DE CHIQUINQUIRÁ
En este valle de aflicción y duelo,
donde el zuliano en tu beldad se encanta,
no hay amor como el tuyo, Virgen santa,
ni fuente más copiosa de consuelo.
Astros en profusión tiene ese velo
que en la noche y el día se abrillanta;
pero ninguno de belleza tanta
como tu faz, donde se mira el cielo.
Vuélvela, oh Madre, a la mansión oscura
en donde el labio, al pronunciar tu nombre,
himnos de gloria en tu loor murmura.
Vuélvela un solo instante sonreída,
que una sonrisa tuya es para el hombre
sol de esperanza y manantial de vida.
A N. S. DE CHIQUINQUIRÁ
Hay una rosa que con gracia suma
ostenta en el Empíreo su corola;
con sus tintes el cielo se arrebola;
con su olor el ambiente se perfuma.
Cuando vemos del mar entre la bruma
la nave del vivir náufraga y sola,
a serenar la embravecida ola
surge esa flor de entre la blanca espuma.
Y de su tallo asidos, fe y aliento
recobramos al son de la armonía
con que a la par susurran agua y viento.
Que esa rosa eres tú, dulce María;
la Cruz el árbol que la da sustento,
y su aroma el imán que al puerto guía.
A NTRA. SRA. DE CHIQUINQUIRÁ
¿Qué augusto nombre es ese que de la Patria mía
con misteriosos ecos alborozando va
la multitud, que al eco tan solo parecía
bullir, de las pasiones y de los odios, ya?
Oídla: con los himnos en que ese nombre invoca,
su místico entusiasmo difunde por doquier…
¿Qué augusto nombre es ese, que así de boca en boca,
la voz de los enconos extingue en el placer?
Miradla: reflejando fervientes regocijos,
las luces del contento se ven de faz a faz…
¿Acaso en ese nombre desciende hasta los hijos
del lago y las palmeras el ángel de la paz?
Oídla: en dulce coro sus vírgenes levantan
Al trono de una Imagen seráfica oración:
¿acaso el santo nombre de aquella VIRGEN cantan
que férvidas cantaron las hijas de Sión?
Miradla: más risueños divisa en lontananza
celajes, agua y flores, la multitud está,
la advocación, más dulce y hermosa de MARÍA…
si es música al zuliano decir: ¡CHIQUINQUIRÁ!
No más encanto encierra la virginal caricia
probada tras el cáliz amargo del desdén,
quede ese amado nombre la pública delicia,
tras el cumplido anhelo del suspirado bien…
Insólita pavura y estériles despojos
el ábrego amenaza sembrar en derredor;
más a tu dulce nombre, del viento a lo enojos
sucederá el suspiro del aura entre la flor.
¿Oís? Entre las olas del báratro espumante
¡CHIQUINQUIRÁ! Se escucha, y espira el grito fiel;
más al celeste nombre, sobre el voraz Atlante
suelta sus blancas lonas un rápido bajel.
Y cuando en la saliente quietud que sigue al día
las pastoriles trovas resuenan del gandul,
al eco de ese nombre la rústica armonía
se torna en la del arpa que deleitó a Saúl.
¡Ay! De esa criatura que se revuelve pálida
Con ansias dolorosas, la vida partirá
Más la esperanza brilla sobre su faz escuálida,
Si trémula murmura su voz ¡CHIQUINQUIRÁ!
Porque al celeste nombre por cuyo amor suspira
de mi adorada Patria la ansiosa multitud,
ni estallan las tormentas y el ronco mar en ira,
ni en el mundano piélago naufraga la virtud.
Porque es aquella VIRGEN que en el Empíreo mora
y el GERMEN en la tierra llevó del REDENTOR,
la advocación sublime que Maracaibo adora
con la efusión más pura del más ferviente amor…
¡Oh Madre! Antes que el soplo de fiero torbellino
prodigue entre sus hijos la sangre fraternal,
despliega la eficacia de tu poder divino;
conjura de los odios el rudo vendaval
Y cuando el arca egregia de sus destinos cruce
el piélago sombrío del ancho porvenir,
su rumbo a las orillas espléndidas conduce
que apenasen sus duelos alcanza a descubrir.
Y cuando al sacro templo de tus ofrendas corra
llorando la perdida salud del corazón,
la ignominiosa mancha de sus pecados borra
con el precioso bálsamo que mana del perdón.
¡Oh Madre! y cuando viertan en la región del hombre
noctívagos los genios la plácida quietud,
para ensalzar las glorias de tu inefable nombre,
concédele armonías de angélico laúd.
Ildefonso Vázquez. Poeta, dramaturgo y médico, nacido en Maracaibo el 27 de mayo de 1840 y fallecido en la misma ciudad el 18 de mayo de 1920, políglota y se le conoció como el “Príncipe del Soneto”. Su labor poética, profusa y sostenida, alcanzó más de veinte mil sonetos abordando temas patrióticos, satíricos, elegíacos, eróticos, místicos o religiosos y descriptivos. Se le ubica en la generación que emergió del periódico Eco de la Juventud, que tuvo a José Ramón Yepes como uno de sus mentores. Publicó: Lira zuliana (dos tomos, 1892), La Maracaída (1910) y Álbum cinegético (1918).
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