Este no es un libro, es una barra abierta de literatura. Gonzalo Fragui te invita a un banquete donde Apollinaire reparte relojes para saber cuándo beber, Wilde recomienda cuidarse del “segundo vaso”, Churchill receta whisky con soda como elixir de vida y Bogart confiesa que, en el fondo, su patria era un trago.
En estas páginas los poetas y escritores se emborrachan de ingenio: Valle-Inclán pierde su casa pero gana una anécdota, Udón Pérez tropieza y se convierte en metáfora, León de Greiff patenta la “simplatía” con aguardiente en el bolsillo, y los nadaístas compran una isla que desaparece con cada marea, como si fuera un chiste privado de Poseidón.
Cada historia es un shot: breve, ácido, explosivo. Un mototaxista filosofa en Mérida como si fuera Ionesco, una rockola eclipsa a la biblioteca de un pueblo, y un reloj despertador delata a un intruso con comicidad de película muda.
Ebrierías es una resaca feliz en clave literaria. Abra sus páginas como quien destapa una botella con amigos: la primera ronda es para reír, la segunda para brindar por la memoria y la tercera… para pedir otra ronda de historias.
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