Ya está disponible en Amazon, Google Play Books y Puerto de Libros, la edición E-book e Impresión Bajo Demanda (IBD), la opera prima de Miguel Chillida, que lleva el título “Anécdotas”.
Traemos la segunda parte del cuestionario que respondió Miguel Chillada, dando a conocer sus preferencias literarias. Si quieres conocer más sobre su personalidad, puedes consultar la Primera Parte de este cuestionario.
¿Cómo te describirías literariamente hablando?
Sería incapaz de describirme literariamente, porque para mí la literatura tiene más que ver con lo que excede los procesos estéticos y, por esa misma razón, los genera.
¿Crees que tu escritura tiene alguna utilidad?
Eso depende de lo que entendamos por utilidad. Mi escritura, por ejemplo, no puede mejorar la situación económica y social de Venezuela, ni el sistema eléctrico, ni tampoco crear unas fuerzas del orden libres de abusos, imbecilidad y negligencias, pero en el fondo busca ser un agente de cambio, un detonante de una nueva realidad. Porque se apoya en muchas lecturas que a mí me han servido para observar ciertos aspectos conflictivos de la realidad física y conceptual. Como dijo Rilke, si escribir no viene de una necesidad íntima es mejor no hacerlo, porque la verdad es que consume una gran cantidad de tiempo que podría emplearse en miles de actividades más agradables y útiles y productivas. Pero si, como decía Vallejo en una carta, uno llega a una escritura por el propio peso de las cosas, entonces es mejor empezar a hilvanar palabras sobre la página en blanco. De otro modo eso informe nos va a acosar en el transcurso de la vida. Para decirlo todo, soy de la filosofía que Walt Whitman le dejó a su pupilo Horable Traubel, quien en su libro With Walt Whitman in Camden plasmó su palabra: “El problema es principalmente que los escritores dejan de ser hombres: los escritores reflejan escritores, y nuevamente los escritores reflejan escritores, hasta que el hombre se agota, se acaba”.
¿Qué razón te motiva a escribir?
La necesidad de unificar contenidos.
¿Qué sientes al ponerle punto final a una obra?
Alivio.
¿Qué es lo más difícil de ser un escritor?
Hacer dinero.
¿Cómo descubriste que serías escritor?
No creo que lo sea. Diría como Cortázar que soy un francotirador.
¿Tienes alguna rutina a la hora de escribir?
Ninguna, todo depende del tiempo que tenga disponible. A veces paso meses sin hilvanar palabras en una página en blanco, sólo viviendo y leyendo, que son los motores de las cosas que escribo. Y voy pensando el texto, hasta que un día tengo el tiempo y la disposición de ánimo y me siento a redactar. Luego dejo allí ese texto, que puede ser pequeño o aislado, o parte de algo más extenso, y lo voy trabajando semanas, meses o años, dependiendo.
¿Qué te inspira?
Hay ciertas cosas que uno quisiera entender y la vida sólo te da fragmentos de sentido. Así que la escritura es la respuesta más lógica para unificar todos esos fragmentos y relacionarlos en el espacio delimitado y coherente que para mí supone una obra. Pero que esta quede abierta a la realidad, inacabada en cierto aspecto, como el mismo Quijote de Cervantes, es también deseable. Me parece.
¿Cuáles son los escritores o libros que más te han influenciado para escribir?
Bueno, en el género de la poesía yo me decanté por una corriente de la modernidad que para Octavio Paz se inicia con Walt Whitman (y la otra con Mallarmé). Es una poesía que se sostiene en la realidad, en lo solar, en lo objetivo, en los seres y las cosas alrededor y en la conciencia cósmica. Es una poesía fundacional de los valores democráticos. Y leer a los autores que la han cultivado a lo largo del siglo XX me hizo un click que con el pasar de los años me fue llevando a la escritura. Entre esos autores siempre tengo presentes a William Carlos Williams, Nicanor Parra, Antonio Arráiz, Víctor Valera Mora, Miyó Vestrini. Sin embargo, también hay autores que apuestan por una corriente más centrada en lo inconsciente y lo hermético que me han dejado un impacto muy grande y muchas ganas de escribir: Cesar Vallejo, Rafael José Muñoz, Juan Sánchez Peláez, Luis Enrique Belmonte. Pero el autor que terminó por completo de definir mi tendencia a la hora de escribir poesía fue el chileno Jorge Teillier. Ese autor me dejó anonadado, me mostró que en poesía pueden hacerse ciertas cosas que yo no imaginaba. Y además me enganchó el ambiente relajado y bucólico de sus poemas, que está acompañado por una percepción del mundo mediada por la experiencia del alcoholismo como una doble vía de escape y de disfrute. Ya no son las imágenes aéreas de Huidobro (que también disfruto mucho), sino imágenes hechas con cosas de este mundo. En su libro Cartas para reinas de otras primaveras escribió: “Quizás me escucharías / Si supieras que a veces mi lenguaje / Es el del ciruelo que teme compartir sus frutos / El de los gatos que prefieren el tejado / A las caricias y al plato de leche / El de la estrella / Que muere para anunciar el Nacimiento”.
¿Con cuál libro te iniciaste en el hábito lector?
De niño mi mamá me compraba y leía los cuentos de Ediciones Ekaré. Además los dibujos son excelentes. Recuerdo El conejo y el mapurite, La sorpresa de Nandi, Chumba la Cachumba, Rosaura en bicicleta, Niña bonita, El burro y la tuna (que siempre fue mi favorito), la bella edición ilustrada de Margarita de Rubén Darío, Miguel Vicente Patacaliente de Orlando Araujo, la edición de Monte Ávila de Galileo en su reino de Salvador Garmendia. Y muchos más de eso que una vez fue el mundo editorial venezolano; sólo hablando de literatura infantil. Luego recuerdo que mi mamá me leyó El viejo y el mar de Hemingway y me deslumbró, y luego yo empecé a leer con ella y mi hermano los libros de Harry Potter en voz alta. Después dejé de leer completamente hasta que una novia me recomendó los cuentos de Julio Cortázar, que obviamente es una de las mejores cosas que he leído en mi vida. Más adelante mi papá me dio El hombre invisible y La máquina del tiempo de H.G Wells y me encantaron, sobre todo la primera. Y a partir de ese momento me volví un lector asiduo y casi compulsivo. Aunque ya no leo tanto como antes. Me he vuelto más selectivo.
¿Cuál es tu libro favorito y por qué?
No creo que tenga un libro favorito. Pero siempre hay un grupo de libros por allí que me gustan. Ahí están Pedro Páramo de Rulfo, País portátil de Adriano González León, Los pies de barro de Garmendia, El obsceno pájaro de la noche de José Donoso, Los detectives salvajes de Bolaño, No escuches su canción de trueno de José Roberto Duque, Trilogía sucia de la Habana de Pedro Juan Gutiérrez, El Imperio de Ryzsard Kapuscinski, Les choses de George Perec, L’étranger de Albert Camus, Le système des objets de Jean Baudrillard, Junky de William Burroughs. Entre muchísimos otros.
¿Cómo ves el panorama literario en Latinoamérica hoy día?
La verdad no tengo casi acceso a ese panorama. No conozco a los autores ni tampoco las ediciones. Aquí en Montréal los libros que compro son en su mayoría de las ediciones Gallimard. Quisiera estar menos aislado. Pero también es que casi no estoy leyendo literatura. El año pasado se publicó un libro muy importante en Venezuela: Días de sumisión. Cómo el sistema democrático perdió la batalla con Fidel de Orlando Avendaño.
¿Qué libro le recomendarías leer a Dios?
Es muy difícil recomendarle un libro al Gran Autor. Quizás Una breve historia del tiempo de Stephen Hawking.
¿Qué libro le recomendarías al presidente de la república?
Ninguno, porque seguro no lo entiende.
¿Quién es el escritor contemporáneo que recomendarías leer?
Eso depende, porque hay muchos autores que podrían ser contemporáneos. En la novela de Cesare Pavese El Diablo sobre las colinas, un personaje dice tomando cerveza en una terraza algo así como: “Son antiguas estas noches modernas”. Y esa es la observación que seguramente llevó a Pavese a escribir un libro del calibre de los Diálogos con Leucó, donde demuestra lo moderna y contemporánea que es la mitología griega. En ese sentido, si asociamos contemporáneo con moderno, yo diría que hay una infinidad de clásicos que valen la pena leer. Ahora, si me hablas de los autores que actualmente están publicando me la pones más difícil. Siempre voy a recomendar la obra de Luis Enrique Belmonte.
¿Qué libro o libros no has podido terminar de leer?
Muchísimos. Yo prefiero siempre libros que no pasen las 300 páginas para poder llegar al final.
¿Tienes algún mensaje para los jóvenes que se inician el camino de escritura?
No creo que mi opinión sea importante para ellos.
¿Antes de morir, qué logro en literatura quisieras tener?
Ninguno. Haber tenido la satisfacción de ponerle punto final a varios temas recurrentes.
¿Has tenido alguna experiencia erótica (excitación) con la lectura? ¿Qué libro?
Nunca he tenido una erección como consecuencia directa de una lectura. A mí no me excita sexualemtente el mundo de las ideas sino el mundo de los cuerpos y la carne. Pero siempre tengo experiencias eróticas leyendo, porque el erotismo es un dominio mucho más amplio y la inteligencia es siempre un resultado de la sensualidad, es decir, de nuestros sentidos percibiendo el mundo exterior y procesandolo más tarde a través de ideas, conceptos y pensamientos. Así que en ese sentido siempre trato de conservar ese erotismo. Quizás sólo me hace falta leer un buen libro de literatura erótica, que desconozco.
Si escribieras como un pintor ¿qué pintor serías?
Creo que ya soy un pintor. Y escribo como tal. O al menos como un fotógrafo. Quizás sea algo parecido a lo que hacía Lewis Baltz. La poesía que he escrito tiene mucho que ver con la realidad inmediata. Y muchas veces con contextos marginales. Esos destellos de la realidad que de pronto nos arrastran hacia sitios desconocidos. Esos destellos que nos sacan de nosotros mismos para poder acercarnos a la realidad desde varias perspectivas. Esos destellos que, finalmente, son los que acaban motivando la curiosidad y el pensamiento. Pero en un ambiente caraqueño. Creo que habría preferido escribir como Manuel Cabré, en lugar de estas realidades degradadas.
¿Cuál es tu personaje de ficción favorito? ¿por qué?
Está difícil. No sé, quizás te diría que Mersault de El extranjero. Me gusta este mundo y las cosas que pasan en él, y muchas veces me involucro, pero como a este personaje, me gusta dejar ese delgado muro de indiferencia entre esas cosas y yo. De repente es una forma de conservación de la intimidad (destrozada por las redes sociales) o ese sentimiento latente de absurdo que el mismo Camus trazaba en el complemento ensayístico de su novela: El hombre rebelde. Eso me llevaría a un tema muy importante que Jean Cocteau observó en relación al consumo de opio, pero que se extiende hacia otras drogas.
¿Qué persona o situación de la vida real crees que merece convertirse en literatura?
Yo creo en la fuerza de lo que Miguel de Unamuno llamaba la “intrahistoria”. Y creo también en el poder de la ficción, en lo que Mario Vargas Llosa llamó “la verdad de las mentiras”, esa verdad histórica a la que el novelista tiene acceso permitiéndose unos cuantos retoques verosímiles. Bueno, en ese sentido a mí me gustaría contar la vida de mi bisabuelo paterno Florencio Martínez, quien nació en Santander, España, a comienzos del siglo XX. Con una infancia marcada por la pobreza, desde pequeño estuvo inventando maneras de sobrevivir, hasta que estalló la Guerra Civil y se hizo rojo y peleó contra el ejército franquista y sus aliados y perdió. Y por esa misma razón tuvo que irse a Venezuela con su hermano Julio y después enviar en barco a su esposa y luego a mi abuela. Es sólo una historia entre tantas otras, que tiene que ver con las políticas de inmigración que Alberto Adriani había recomendado en sus ensayos, y que se aplicaron durante el gobierno de Medina Angarita y también en el de Pérez Jiménez. Por eso quisiera escribir esa vida llena de aventuras y desdibujar la línea que existe entre historia personal y familiar e historia nacional, confundirlas definitivamente. Para eso cuento con mis recuerdos, con las historias familiares, las memorias que mi bisabuelo dejó al final de su vida (y que mi tía debe escanear y mandarme en los próximos días), y una extensa investigación que he venido haciendo sobre la Historia Venezolana (ahora sí en mayúsculas). Y mi verdad es, en cierto modo, contar la vida de un europeo en Venezuela después de que Chávez despertó un discurso de odio que tenía muchos años dormido y esperando despertar en el país, ese discurso de la Guerra a Muerte de Bolívar, que en un primer momento (la gesta de Independencia) tuvo sentido, pero que en los contextos posteriores, como decía Mario Briceño Iragorry en su “Mensaje sin destino”, era sencillamente pura estulticia y una negación de nuestra identidad genuina: el cruce de lo hispano y lo autóctono, la creación del hombre nuevo que fue Bolívar (y allí es esencial leer a Uslar Pietri). Bueno, ojalá un día pueda escribir esa novela.
¿Qué opinión te merece Sultana del Lago Editores?
Me parece que es una editorial muy bien organizada y dedicada, con un buen ojo editorial y sentido del comercio. Eso me gusta, que no se piense como hizo el chavismo con las editoriales que heredaron y destruyeron, que el mercado del libro no tiene un valor económico (una vez más la distorsión del petroestado) no, sino que el mundo editorial es otro sector de la economía nacional. No es regalar los libros, es crear y sostener una economía que dé a la gente una amplia gama de productos y poder adquisitivo, y que así uno no esté obligado a leer lo que a ellos se les ocurra publicar, sino lo que demande el consumidor. Además, me gusta su visión del Internet como herramienta, y la opción de impresión bajo demanda, porque me parecen una locura esos tirajes demasiado grandes que se quedan años en los estantes de una librería. Y también me gusta su apertura al ámbito latinoamericano en general, y no sólo al venezolano. Creo que en esos sentidos es la superación de varias empresas y proyectos editoriales en el país.
Más historias
Jhak Valcourt: “No hay un buen escritor sin carácter”
Oscar Blanco: «A través de la escritura soy realmente»
Félix Gutiérrez: «Me gustaría ser recordado como “un tipo que escribía”»