VÍCTOR RAÚL SANDOVAL
(1877-1952)
Poeta nacido en Maracaibo el 28 de julio y fallecido en esta misma ciudad, el 26 de marzo. Fue periodista y ensayista. Usó el seudónimo Virraval. Desempeñó numerosos cargos públicos. Se inició como periodista en El Pedagogo y La Tijera; fundó El Cronista (1894), La Tira (1899), La Pluma (1905) y La Guitarra (1911) en colaboración con Udón Pérez. Fue colaborador de Los Ecos del Zulia, El Avisador, El Obrero, El Fonógrafo, Alma Latina, La Información, La Columna y Panorama. Obtuvo el primer premio del certamen para seleccionar el himno de la Asociación Atlética del Zulia (1942) y la segunda mención honorífica del Himno a la Coronación de Nuestra Señora de Chiquinquirá; asimismo obtuvo el primer premio con el himno del colegio Simón Bolívar y segundo premio en el certamen de las bodas de oro de la Mutuo Auxilio con el poema El canto del cisne. Fue miembro del Ateneo del Zulia, secretario de actas de la Junta Centenario de José Ramón Yepes (1922), secretario de la Junta Pro Bandera Patria (1939) y miembro honorario del Círculo Artístico del Zulia. Cultivó el soneto y la décima. Publicaciones: Notas del alma (1893), Rimas del Lago (1945).
La musicalidad del verso y la crónica son el sustento de sus poemas. Su estilo mantiene relacionado a lo culto con la popular, que ocasiona una poesía abundante en nuestro país y que se heredó de los creadores populares de nuestra cultura oral y de los poetas del romanticismo español.
LOS PESCADORES DEL LAGO
Al margen dela ribera
que al Lago extenso limita
i donde airosos penachos
de palmas, en las orillas,
susurran como guitarras
que suenan ala sordina,
tienen sus rústicas chozas,
como nidos de avecillas,
los humildes pescadores
de mi tierra marabina;
gente humilde, gente buena,
de costumbres tan sencillas,
que en todas las almas ponen
sensación de simpatía.
Yo los he visto alojados
en sus casuchas pajizas:
los hombres, por breves horas
de la mañana, a la umbría
de algún árbol, reposando
de la nocturna fatiga
a que las rudas jornadas
de la pesca los obliga,
i por reponer el sueño
en la noche truecan el día.
Las mujeres entregadas
a sus faenas, se agitan.
I se alejan, i abandonan
la pintoresca bahía,
rumbo hacia “Punta de Palmas”
donde la pesca es muy rica,
a manera de una escuadra
igual a la que, aguerrida,
en aguas de nuestro Lago
dirigió el bravo Padilla.
¿Con qué empuje i qué donaire
se van en acometida
sobre las olas saltando
a ganar la opuesta riba!
I llegan; i allí reposan
a la lumbre vespertina,
en espera de la noche
para emprender nueva jira,
i cuando el nocturno manto
les da la ocasión propicia
de lanzarse a la faena
de pescar, todos se alistan
i en un solo movimiento,
con la fe que los anima,
fijan rumbo a sus canoas
que, a manera de guerrillas,
sitúan donde ellos piensan
que abunda el peje; allí tiran
la red, i lanzan al viento
rumor, de monotonía,
como ruido de zambomba
que a los peces amotina.
Así, en sencillo regazo
de amor i paz campesina,
los Pescadores del Lago
tranquila pasan su vida;
más cuando corta las horas
el filo del mediodía
i de salir a la pesca
el momento se aproxima,
es de ver cómo circulan
del Lago por las orillas
quienes recogen las redes
en los cocales tendidas;
quien transporta las palancas;
quien las velas moviliza,
o quien, animoso i ágil
al gua se precipita
por acercar las canoas
en donde harán su partida,
en tanto que otros conducen,
de la casa a la barquilla,
la provisión para el rancho
que en la comarca vecina,
ellos mismos confeccionan
en fraternal compañía.
Listas, luego, en la ribera
las flotantes navecillas,
álzanse a bordo las lonas
que el viento del Norte infla,
como bizarras banderas
de honor que unos hombres izan
proclamando la ley santa
del trabajo en noble lidia.
Cada cual, según costumbre,
en ocupación distinta:
quien empuñando la escoba
al barrido se dedica
i deja limpio el casucho
i extenso patio limpia;
quien en el brazo soporta
al niño que está de cría,
mientras la mamá del nene
hace lumbre en la cocina
i el alimento prepara
que es solaz de la familia;
ora la que atiende al riego
con afanosa cultiva
los arbustos de su predio
que le dan flores sencillas,
con que piadoso homenaje
rinde a la Virgen María,
que ella mantiene en su alcoba
como a su Madre Bendita;
ora la que de la crianza
de los animales cuida,
dándoles del alimento
la ración apetecida;
o bien la que a las labores
de hacer redes está lista,
o a remedarlas siquiera
se le ve siempre solícita,
ayudando al compañero
que en la ruda pesquería,
el pan se gana en provecho
del hogar por que vigila.
I cuando éstos en cardumen
en la extensa red se agitan
i a echarlos entre las naves
todos se aprestan de prisa,
¡qué júbilo tan intenso
el que en sus pechos palpita
al ver así compensada
de su labor la fatiga.
Luego, tan hermosa carga
al mercado la destinan
i a luz de alba nueva
que en el oriente rutila,
retornan a sus hogares
en alegre romería,
donde a los suaves rumores
del palmar de las orillas,
que suenan como guitarras
templadas a la sordina,
los Pescadores del Lago
dan honra y prez a su vida.
Gracias por traer a la memoria los versos de mi bisabuelo!