Sultana del Lago Editores

Editorial Independiente de Venezuela

[El lago de los poetas]: AL LAGO de ARMANDO TROCONIS MONTIEL

ARMANDO TROCONIS MONTIEL
(1867 – 1896)

Poeta romántico nacido en Maracaibo y fallecido prematuramente en esta misma ciudad el 21 de mayo, víctima de incurable enfermedad, que afectó su estado anémico y se hizo presente en su poesía. Fue además periodista de carácter político, dramaturgo y cronista. Usó los seudónimos de Jig y A.T.M.. Escribió un monólogo en verso titulado Romántica, que fue incluido en su obra póstuma Prosa y verso. Con el seudónimo Jig publicó sus columnas «Revista Teatral» y «Sábados del Cronista» en El Fonógrafo, a partir de 1891. Envió sus colaboraciones de tema político al periódico El Sentimiento Político (1886). Se publicó póstumamente Prosa y verso (1897).
El romanticismo no podía ver al lago con otros ojos que no fueran los de la mirada idealizada, agradecida por tanta belleza paradisíaca que el paisaje lacustre brindaba al hombre. El poeta rinde tributo al “espejo azul” en su poema Al Lago, que lo vio nacer, crecer y que lo verá morir, proceso vital que agradece el poeta y por el cual se siente satisfecho y realizado.

AL LAGO

Tu mi primer vagido recogiste:
Recogerás también el ¡ay! Postrero.
CAMPOAMOR

Déjame contemplar tu azul espejo
que en medio de palmeras se dilata,
donde del sol al postrimer reflejo
la ciudad con sus torres se retrata.

Déjame ver la espuma que enguirnalda
tu tersa superficie en las orillas,
y los movibles surcos de esmeralda
que dejan en su vuelo las barquillas.

Dame sentir el beso dela brisa
que en jugar con tus aguas se complace,
en las ondas bordando la sonrisa
que muestra a la aurora cuando nace.

Háblame en el lenguaje de tus olas
de aquella edad de oro en que venía
en tus arenas a jugar a solas
cuando la tarde pálida caía.

Recuérdame los goces pasajeros
de los días de vivos arreboles
en que alegre llegaba a tus pesqueros
a recogerlos blancos caracoles.

¡Cuánto tiempo ha pasado!¡qué distancia
tan grande la que media entre el presente
y los hermosos días de la infancia!
¡Cómo han muerto los sueños de mi mente!

¡Y han pasado las horas perfumadas
en que iba, a los rayos de la aurora,
a tejer en las verdes enramadas
los lieders de mi musa soñadora!

¡Cómo he visto del mundo en el bullicio,
víctima de sus negras acechanzas,
sepultarse en horrible precipicio
mis ensueños, mi amor, mis esperanzas!

Ay! desde entonces… más ¿a qué la triste
historia recordar de mis dolores?
al sufrirlos ¡oh lago! recogiste
mi quejumbroso acento en tus rumores.

Y de la vida al acabar la llama,
dejando, en la materia prisionero,
de palpitar el corazón que te ama,
“recogerás también el ¡ay! postrero”.