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Editorial Independiente de Venezuela

[Fragmento]: “Evitábamos que el apocalipsis nos sirviera la última copa” de Víctor Vielma Molina

Desde los más arbitrarios rencores del alma llegaron
Nuestros hermanos vinieron
con sus arrogantes aporías a golpearnos
Irreconciliables entraban a las ciudades a arrojarnos culpas
como si escarbaran silencios
Ataviados de celaje paseaban sus ideas
por desvencijados barrios
Parecían dioses
que venían a desterrar la orfandad del hombre
Como si desviara el misterioso itinerario de mi sombra
yo atendía a mi amada sobre la desabrigada tierra
Me incorporé como quien viaja hacia lo incierto
en un afán de preservarlo todo
Mi amor perecía desgarrado por la nada
azotado en lo íntimo por el inminente abandono
Sonaba el estiaje sobre la osamenta de aquella acuarela
Sus inacabados sonidos
pesaban como fardos de grandes sospechas
Escuchamos la queja del universo sobre nuestro cuchitril
Entendimos el imprescindible mensaje de los siglos
que levitaban sobre el caracol en su nacarada existencia
Mi patria era un reloj a punto de derramar el tiempo
Nocturnos jabalíes con la avidez de apoderarse de su vuelo
devoraban pájaros a dentelladas
Un malestar de sangre resurgía por el aire de algún presagio
que olisqueaba el tinto sonido de nuestra certeza
Sin que nuestras almas cruzaran hacia otras tierras
nos unimos a las aves que tocaban la aldaba de la realidad
Sin enjugar lágrimas de exilio con el tafetán de la lejanía
a pesar de la crispación entramos a nutrir la lucha
La nostalgia era un ataúd golpeado por rumores
Desalojábamos incertidumbres
Entre otredades nos colmábamos de arpegios
como para atestar el amanecer de esperanza
Los ríos arrastraban la opulencia del presente
como clepsidras que jugaban a medir la eternidad
La compasión acudía a la más sediciosa calle
donde el pretérito pugnaba subir al más postrero tren
Las ciudades se distendían como si las desclavaran
La gravidez de la tristeza escardaba al bufón
que detonaba sátiras ante los más notables majaderos
El amor seguía hablando de lo que aún fotografiaba el ayer
La sensatez del pasado se vertió sobre el presente
La existencia engullía procelosas tempestades
que amenazantes cerraban el horizonte
Llegábamos a las sonoras orillas de la mar
que se abría como una enagua de indiscreto tul
Levantábamos banderas de victoria ante el universo
Como los más grandes oferentes nos hospedábamos
bajo la lluvias que humedecían la región más árida de los hombres
Sin profanar la sombra de nuestros adversarios
evitábamos que el apocalipsis nos sirviera la última copa