
Introducción al libro «Mi lapidario 4to strike: El bullying de los padres hacia sus hijos deportistas» de Eliéxser Pirela Leal
En una reunión entre amigos, conversábamos acerca de la mala actuación de algunos padres; esos que llevan a sus hijos a encuentros deportivos, para apoyarlos en el deseo de esos niños en divertirse sanamente, en querer llegar a ser un buen jugador de cualquier deporte, y que hasta sueñan con convertirse en alguna estrella famosa del fascinante mundo del deporte. Hasta allí todos los que estábamos desarrollando aquella tertulia, coincidimos en que la mayoría de las veces, los padres desconocemos (me incluyo, por norma de respeto) el verdadero significado de “una frase prudente que pueda ayudar a nuestro hijo en su deseo de practicar alguna actividad”.
Esta conversación se tornó muy interesante, y aumentó en mí el deseo que había nacido, algunos años atrás, cuando comencé a llevar a mi hijo a las instalaciones donde funciona la Organización de béisbol infantil, “Pequeña Liga Cacique Mara”, en la zona centro oeste de Maracaibo, capital del estado venezolano del Zulia, de escribir algo que nos pudiera ayudar, a nosotros los padres, a ser unos mejores guías de nuestros “campeones” y, a la vez, ayudarlos a sobrellevar “El Calvario” que significa esa lluvia de quejas y críticas mal sanas, adobadas con una serie de frases peyorativas y ofensivas, que reciben durante sus prácticas deportivas.
En aquella primera experiencia como “representante” de un peloterito, escuché a muchos de los otros “colegas representantes”, humillar a sus representados de una manera que, aunque ingenua y sin mala intención, resultaban muy agresivas a la hora de marcar negativamente a esos peloteros del futuro que, antes que jugadores de béisbol, eran, son y serán unas personas, que sienten esas profundas heridas emocionales.
Desde aquel momento cuando fui testigo de aquellas frases hirientes, entró en mí, como un frío puñal, el deseo de apoyar a la “humanidad”, con un pequeño aporte, para que esos errores no se continuaran repitiendo; pero, que si se repetían, lo fueran en un grado significativamente más pequeño.
Con ello nació mi deseo de escribir un producto editorial que pudiera ayudar a esos padres a ser unos “mejores managers de tribuna”, y unos “mejores jueces”, a la hora de que sus hijos comparecieran ante ellos después de un abanicado (en el béisbol, abanicado es cuando un bateador no logra embasarse, pues falló al pegarle a la pelota, y le cantan el tercer strike). Pero como este escenario de reproche al jugadorcito, cuando falla una jugada, no es exclusivo del béisbol; también ocurre cuando el niño erraba un gol fácil (para aquellos que practican el fútbol); o cuando el tenista le da mal a la pelota, con su raqueta; o cuando el golfista falla un put (jugada final en cada hoyo, con la cual meten la pequeña esférica en el, igualmente, pequeño hoyo en cuestión.
Últimamente hemos escuchado mucho sobre el “Bullying”, que no es otra cosa que “el acoso escolar (también conocido como hostigamiento escolar) es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares, de forma reiterada, a lo largo de un tiempo determinado, tanto en el aula, como a través de las redes sociales, que en este último caso, lleva el nombre específico de ciberacoso.
Aquí trataremos del “Bullying” de quien debería proteger a sus hijos de esos maltratos; pero que, por el contrario, es quien más lo hace contra su muchacho.
No resultó nada fácil encontrar el nombre de este libro. Ante el reto, surgieron, así como la lluvia de malos recuerdos y ejemplos que he notado en ese tipo de instalaciones deportivas (en las que se desarrollan competencias infantiles), varios posibles nombres para este producto editorial: “El Cuarto Strike”, “Después del penalti fallado”, “El Quinto Árbitro”, “Peor que la derrota”, “No puedo con el cuarto out”, “Lo que pesa más que una raqueta”, entre otros. Decidí, junto con mi asesora editorial, mi mejor consejera y amiga, Erika Belloso de Pirela, mi esposa, que “Mi lapidario 4° Strike” era una frase que enmarcaba, de una manera más contundente, la experiencia negativa que viven estas “estrellas del futuro” que, ante el desacierto de sus padres, terminan siendo, lamentablemente, unos “resentidos estrellados”; porque, a esa edad (entre los 5 y los 15 años), esos niños no pueden tener la capacidad de digerir esos improperios disfrazados de consejos.
Como el 4° Strike no existe en beisbol (sí como un libro, pero en República Dominicana), esperamos que con este producto editorial podamos incluir, entre las cosas que no existen, a esos padres que, sin una mala intensión a priori, ofenden y maltratan a sus hijos deportistas.
También aspiramos a que, con estas letras, logremos aportar nuestro grano de arena, para que todos aprendamos, tanto padres y representantes, como los propios campeones del mañana, que en el mundo del deporte, la satisfacción, la distracción y el disfrute de los hijos es son las premisas principales de este tipo de eventos, muy por encima que la de buscar ganar la competencia. Así que, con este trabajo aspiramos a ayudar a que esos deportistas del presente, sean unos excelentes competidores del futuro y, a la vez, unas mejores personas en el porvenir.
Pero el problema va más allá porque, no sólo le hacemos daño a nuestros hijos con “frases malvadas” (y es por ello que vamos a insistir durante toda la producción de este libro, en que, en la mayoría de los casos, tales frases se hacen sin mala intención), sino también, con frases de halagos exageradas e injustificadas. De esa manera, sería muy apropiado que entendiéramos que, hasta con los mejores adjetivos, también dañamos al muchacho, toda vez que, sin razones de peso, los endiosamos a un punto extremo, y los justificamos cuando arma un desorden (en Maracaibo le decimos berrinche), especialmente cuando, en el béisbol, el muchacho es ponchado sin tirarle (le cantan el tercer strike); y, entonces, escuchamos de parte de los padres, frases como éstas: “Tranquilo hijo; el árbitro te ponchó porque la tiene agarrada contigo. Porque como eres el mejor jugador del equipo, él quiso sacarte de tu turno”; o “te sacaron out, porque el mánager se equivocó al darte la seña; pero no fue culpa tuya, sino del otro corredor y del mánager”.
Es bueno aclarar que todas las frases que empleamos a lo largo de este trabajo, y que más adelante emplearemos no han sido inventadas, sino escuchadas en cada recinto deportivo, y durante muchos años de nuestro recorrido periodístico deportivo (contamos con una trayectoria que se inició en los Juegos Bolivarianos de Maracaibo 1989; es decir, hasta la fecha tenemos 25 años en estos menesteres). En muchas ocasiones hemos podido observar un buen encuentro deportivo, pero cuya única mancha ha sido el mal ejemplo de los padres, al “guiar y orientar” a cada uno de sus muchachos.
Con el axioma de, “tratar de divertirse antes que buscar el triunfo”, no pretendemos formar fomentar actitudes de perdedores; un antivalor con el que no podemos estar de acuerdo. Lo que pretendemos es que de una buena vez, y por todas las veces entendamos, todos los que somos padres, y que apoyamos a nuestros hijos para la práctica deportiva, que en esa temprana edad de formación, el estado emocional de los niños y adolescentes está sobre puesto por encima del resultado de una competencia; y que, cual lienzo en blanco, todas las pinceladas que ellos reciban, sean buenas o malas, lo marcarán para toda la vida.
Recordemos que según la ley venezolana, en este caso la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (Lopna), un niño es aquella persona menor de 12 años; y un adolescente es el individuo que va de los 12 a los 18 años.
También nos resultará interesante aclarar lo que representa el concepto de la palabra lapidar: La mayoría de los diccionarios definen lapidar, (verbo transitivo) como, “Matar a pedradas”. Adjetivo figurativo “muy conciso”. Por lo que, una frase lapidaria puede ser definida como “aquella frase que surge en un momento de trastorno emocional (en este caso de un padre descontrolado y desmotivado por una mala actuación de su hijo), y que destroza la lógica de el receptor (ese hijo deportista), con tan cruel método de tortura. Frase letal, sencilla, escalofriante, y que “mata” (en sentido figurado) de un solo golpe”.
Este libro lo iniciamos con una carta de un niño para su padre, y lo cerramos con otra, de las tantas que podemos encontrar en los portales digitales, escritas, posiblemente, por adultos, y que llevan una fuerte carga de realidad de lo que ocurre en algunas de esas relaciones padre-hijo, y que nos impulsan a reflexionar sobre el tema.
El autor
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