Sultana del Lago Editores

Editorial Independiente de Venezuela

[Fragmento]: “Para el homosexual, constituye empresa titánica construir la espiritualidad de una pareja” de Armando Rojas Guardia

Para el homosexual, constituye empresa titánica construir la espiritualidad de una pareja. Y ello porque pertenecemos a una estirpe amorosa para la que no existe, diseñado, un orden cultural. El afecto y la erótica heterosexuales encuentran ante sí, efectivamente, una cultura que les sirve de soporte y vehículo: paradigmas, ritos, estadios iniciáticos, códigos coherentes y modelos sancionados por la experiencia milenaria. Incluso cuando la tradición de esa cultura parece entrar en crisis, dentro de la casuística individual o de las revoluciones colectivas, un eje sólido y solar, universalmente aceptado, permite una base o plataforma sobre las cuales asentarse.
Los homosexuales carecemos de ese orden. Si dejamos atrás, como una pesadilla, los paradigmas que nos hacen leer nuestro deseo bajo los rótulos de la patología o la abyección, no encontramos nada dibujado frente a nosotros, ninguna geometría civilizatoria que nos otorgue puntos de referencia, líneas de conducta organizada. Obligados a tantear lo inexplorado, andamos a merced de la anarquía instintiva y de las pulsiones del afecto que aún no respira en moldes cultivados. ¿Cómo extrañarse, entonces, ante el hecho de que muchos de nosotros sean potencialmente terroristas, francotiradores del amor?
Lo terrible es que, al no ostentar un orbe cultural donde expandirse, la homosexualidad no puede distinguir todavía su intrínseco orden moral. No poseyendo la necesaria comodidad de ese orbe, nuestro esfuerzo ético se duplica en exigencia. ¿Quién podrá recriminarnos los inevitables desfallecimientos de tal esfuerzo?
Tú y yo hemos sido misteriosamente rescatados de tanto sexo desceñido y tanta incoherencia del afecto. Edificamos, día tras día, un imaginario, un lenguaje, una simbólica: los nuestros. Nos amamos. Pero ojalá nunca olvidemos, bajo la amnésica facilidad del menosprecio, a tantos de nuestra misma especie cuya fuerza interior, no estructurada por la forma y la medida aportadas desde afuera, sucumbió y sucumbe a la compulsión, al desperdicio.