Sultana del Lago Editores

Editorial Independiente de Venezuela

[Poema]: “Coda” de Armando Rojas Guardia

“Canto y cuento es la poesía”
Antonio Machado

Quiero creer que fue la madurez. Pero conozco esa calma que me ciñe cuando deseo trampearle al sufrimiento. Te hablé con corrección y cortesía: aquella pulcritud nevaba; sobre ti, temblando en tu mirada. Por fin, endureciéndola. Escuchabas absorto, tal vez estupefacto, esas frases labradas por el ansia de no herirte. Retóricas al cabo. Ellas sólo huían de la mudez que aprontas, de repente, cuando juzgas mi elocuencia, el laberinto de todas las palabras eficaces.

Aparentamos un paseo. Procurábamos sortear aquellas pausas breves tramadas por el tacto, la cautela. Reíamos para agitar esa quietud, que ardía de preguntas por debajo. Mi cuerpo congelado en un solemne bloque de vacío. Tú, todo elegancia, arrancaste un geranio para dármelo erguida, suavemente.Te temí. Tuve miedo de aquel gesto imprevisto que me empequeñecía al lado tuyo.

Al despedirnos, quise que el abrazo dibujara aún, y para siempre, una puntual intensidad, una inocencia. Tu cariñosa firmeza, separándome, conjeturó la torpeza de aquel mimo, su carácter compasivo, ya fraterno.

Desandé el pasillo hacia la calle. No apresuré el paso. La ciudad se abría al pacífico crepúsculo. Yo estaba solo y libre y melancólico. Así quería sentirme. Así de exacto. Las vidrieras espejeaban lo suntuoso y cabal de mi tristeza. Me entregaba a la música grave de mí mismo, la buscada cuando no se desea compartida. ¿Era la paz o simplemente el egoísmo, ducho con los años, sabio incluso? Sólo quería fumar, dormir un poco bajo la sombra frágil de la lluvia, que iniciaba sus pasos en la hierba. Pero antes decidí una tímida ebriedad, para hacer más soporífero el sopor.

Al rozar la copa con los labios, sensuales por la tenue laxitud, ¿dónde sobrevino el asombro impuntual de la ternura? En una región virgen de mi cuerpo cuyo nombre no encuentro todavía. Mi reloj marcó las siete y cuarto: hacía quince minutos que tu rostro, lívido en la oscuridad del autobús, se desfondaba en todos. En ninguno.