Descripción
En el ombligo de la luna – JC Pozo
Libro: En el ombligo de la luna.
Autor: JC Pozo
Género: Cuento.
Sinopsis
De fantasmas y escritos: Los fantasmas que me visitaron en mi niñez y los posteriores de mi juventud, me dejaron, me abandonaron, se salieron de mis sueños arrastrados por el llamado de sus historias escritas. El azar me mostró el camino, cuando constaté que mientras más escribía de ellos, más se esfumaban. Me di cuenta afortunadamente que ese era el remedio. El mejor exorcismo. Lo hubiera descubierto antes y me hubiera evitado años de zozobra. Ahora ellos viven en empolvados manuscritos espantando eternamente a pobres y patéticos personajes que aún con una familiaridad aplastante, se siguen horrorizando en cada aparición, con cada vuelta de página. Yo ya no los leo. En cambio, ellos como que cada vez engordan más las páginas, pareciera que ese hervidero de fantasmas, cruzando de pergamino en pergamino, estuvieran entre ellos procreando futuros entes nocturnos. Y a mí, como les decía, ya no me quedan más espectros, ni en el alma, ni en la cabeza. Esta que parece jactancia de una vez les digo no es un canto de victoria, pues bien sé que siempre existe la posibilidad de enfrentarlos de nuevo.
De repente y aislado suena un eco perdido, y profundo retumba su lamento en mis sienes; su llamado es inconfundible: trémulo y eléctrico en su movimiento. Es ahora un ventarrón pasajero y de poca intensidad. Quizás el verdadero ciclón del horror lo haya yo guardado, en perpetuo huracán, en esas páginas que a mí me da miedo leer, ya no soy tan fuerte. La última vez, como si resintieran mi abandono, salieron furiosos a ser leídos y sentidos por mi propia carne. Yo no podía parar. Pasaba y pasaba las páginas cada vez con mayor infierno en la trama: Ecos, sombras, saltos, ruidos, lamentos, posesiones, súplicas, desolación, hastío, en fin. Una noche de osadía , me vinieron a ver con todo su bagaje espectral. Se empujaban todos juntos, los de todas las épocas: los de la infancia, muchos más difusos elegantes y nobles que los de la juventud, que seguían siendo auténticos esperpentos infernales. Uno de esos trasgos se filtró en mi pupila y se quedó a vivir dentro de mi cabeza por tres días y tres pesadillas nocturnas, hasta que pude sacarlo y enterrarlo en un papel al tiempo que escribía su historia. Fui víctima de un temblor que espero no tener que pasar de nuevo. Ya no son las mismas fuerzas las que me sostienen el corazón.
Les escribo esto porque, a pesar de mi casi completa separación entre mi alma, mi memoria y ellos, hace unas noches, después de tanto tiempo, me vino a visitar uno. Uno muy extraño, de otra época; de un tiempo indefinido. No muy antiguo, pero adulto. Nada familiar y culturalmente ajeno. Su propósito también era diferente a los anteriores. No se le observaban ganas de asustar o de hacer sufrir a nadie. Al contrario, tenía un aura gentil, venía de observador;a ver que podía oír; a ver que podía sentir. Y se paraba en las esquinas del cuarto con humildad de peón. Desde ahí se bebía la vida. Se quedaba parado quieto como una esfinge con gafas de cristales claros, rostro difuso y camisa de franela a cuadros. Era de una discreción religiosa para no perturbar mis actividades y su sola presencia mejoraba el canto, la melodía, el humor y todo lo demás. La atmósfera entera se envolvía en un carnaval mágico, donde las notas nacían y morían, inspiradas por su presencia, con la misma intensidad. Así te acompañaba en el canto, en la melodía, en la reflexión… en silencio y eternamente alegre. Se notaba muy agradecido, con ánimo de niño; no obstante no se perdía ninguna de mis actividades solitarias, solo se dedicaba a oír y sonreía cuando fingía yo no verlo, le daba vergüenza mostrarse tan ansioso por llenarse de vivir; como si le remordiera el hecho de tener la suerte de poder, en su estado etéreo, sentir el privilegio de la vida; de escuchar el viento pasar, de electrizarse con el vibrar de mi sangre corriendo sin parar, habiendo él ya cruzado el umbral de donde cesan los latidos.
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