¡Cuidado! Su guionista puede estar tramando algo… de Argemiro Moreno

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En toda escuela de cine tradicionalmente se estudia la escritura de guion y su puesta en escena. Por tanto, este tiene un espacio privilegiado -y hasta inamovible- en la industria cinematográfica. Sin embargo, surge una pregunta. ¿Se puede hacer una película sin guion? La respuesta no es difícil, se puede. Si algo caracteriza al arte es la libertad de la que goza el artista para crearlo. Pero se debe estar muy seguro de lo que se va a hacer, como Mike Leigh, director de Naked (1993), Secrets & Lies (1996) y All or Nothing (2002), o como el cineasta honkonés Wong Kar Wai, con filmes como As Tears go By (1989), Happy Together (1997) y Fa yeung nin wa (Deseando amar, 2000), entre otras. Ambos, directores consagrados en la industria, nominados y premiados en los festivales más importantes de la cinematografía mundial como Cannes y los Premios Oscar; han logrado todo esto y se dan el lujo de no utilizar guion cuando les place. A veces llevan unas anotaciones muy escuetas y generales de lo que quieren, sin embargo, son algo muy lejano de lo que formalmente se denominaría un guion. Pero, ¿cómo pueden ellos lograrlo? Conocimiento de las estructuras dramáticas, de los paradigmas narrativos, arquetipos, construcción de personajes, puntos de giro… Estos directores tuvieron que aprender a escribir guiones para luego prescindir de ellos. De hecho, Wong Kar Wai fue guionista para televisión de tiempo completo en los inicios de su carrera. Tuvo que conocer a profundidad las reglas antes de romperlas. En otras palabras, romperlas a propósito, con conocimiento de causa. Asimismo, no es habitual que los actores gocen de tanta libertad en el desarrollo de la trama e improvisar actuaciones en el rodaje, o que los productores puedan darse el lujo de buscar financiación sin tener siquiera un borrador. Como un maestro de jazz que improvisa sobre una base rítmica, las notas comienzan a salir naturalmente en un proceso casi inconsciente, pues ya se ha asimilado de tal manera el lenguaje que éste termina desbordándose a través del artista, utilizándolo como un instrumento del discurso, hablando a través de él. Este no es el caso de un principiante, y ni siquiera el de muchos realizadores experimentados que estarían perdidos si no tuvieran un guion en sus manos a la hora de filmar, sin contar con que la mayoría de las casas productoras considerarían una locura realizar una película sin un guion. Recordemos que una productora o productor agradece que se le proporcione un guion bien escrito antes del rodaje, pues es la guía detallada, el mapa de navegación con el cual se valdrá su equipo de trabajo. Dada la dificultad de hacer una película sin un guion y aún más el riesgo económico, hacerlo de esa manera requiere prestigio y experiencia suficiente. Mike Leigh, por ejemplo, parte de una idea en su cabeza y se reúne con los actores -durante meses antes del rodaje- para convivir y trabajar en los personajes. Ellos logran preparar un caldo de cultivo para la narración. Poco a poco el relato va tomando forma gracias al arduo trabajo grupal, llegando a resultados iguales o incluso mejores a los de un film realizado con un guion reescrito durante años. Tal manera de trabajar implica una gran apuesta, digna de admiración; no obstante, la mayoría de directores prefieren trabajar basándose en un guion, como una especie de salvavidas; algo parecido a conducir con el cinturón de seguridad puesto.

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