He de cuidar mi actividad cerebral, pues ¿No es ella la que me hace sentir lo que veo, lo que oigo, lo que toco, lo que gusto y lo que permite mi olfato?
Debo cuidar mi actividad física. ¿Acaso no es ella la que permite mantenerme en movimiento en el espacio y en el tiempo?
He de cuidar mi actividad alimentaria porque me aporta los nutrientes que dan la vida.
Debo cuidar mi actividad espiritual, porque a través de ella puedo distinguir lo bueno de lo malo, lo lícito de lo ilícito, lo justo de lo injusto y lo divino de lo profano.
Debo cuidar mi equilibrio emocional para estar en paz con mi familia y conmigo mismo y poder decir a mis amigos: ¿Qué cosa te molesta que yo te diga para no decírtelo jamás?
He de cuidar las cosas que digo para no dar lugar a la interpretación que cada quien hace de las cosas que oye.
Debo cuidar mi estimación personal para mantenerme en constante actitud de desarrollo y crecimiento personal.
He de cuidar mi capacidad de comprensión para entender que algunos me admiran por la forma como me cuido y otros me odian por esa misma razón; y
Debo cuidar mis manos para escribir todo lo que pienso y tocar la guitarra a despecho de que agrade a quien la escucha.
Más historias
“La historia de este libro” de “Desaparecidos en el páramo”
“Un gato bajo el sol” de “Las horas perdidas” de Edinson Martínez
“El bullying de los padres hacia sus hijos deportistas”. Por Eliéxser Pirela Leal