Descripción
Carlos Ildemar Pérez
(Maracaibo, Venezuela. 1964)
Poeta y ensayista. Licenciado en Letras con maestría en Literatura Venezolana (Universidad del Zulia). Obtuvo el titulo de Magister en Teoría y Práctica de las Artes Plásticas Contemporáneas en la Universidad Complutense de Madrid, donde realizó estudios del doctado en filología. Fue director de la Escuela de Letras de la Universidad del Zulia durante once años. Actualemente es director de la Editorial de la Universidad del Zulia. Es miembro honorario del Movimiento Poético de Maracaibo. Ha recibido más de veinte disticiones por su obra poética. Su obra poética esta está compueta por los siguientes libros: Los heredarios (1989, 2013), Estrictis de la Muchacha más Cercana (1991, 2012), Flores para cuando María Calcaño Regrese (1992, 2021), Sermones para Vivir Aquí (1993), Papá Civil (1993, 2016), ¡A que no me come el gato! (2000), Olas para niños navegantes (2000, Edición bilingüe: Wayuunaiki-Español 2005), Traglaba getoria (2003), El señor homo sapiens se hace a la vida de poeta (2005), La mano de obra. Poetología autocrítica del proceso creador (2007), Chirriquiticos musicantes (2009), Provinciano cósmico (2012, 2014), Tierra personal (2013, 2014), Versos en compañía de Pío y Pía (2013), El bocablario (2014), Varihables de versión (2014), Más feliz que una lombriz (2014, 2015), ¡Tantarantan! (2015), Cuando sea grande seré… (2016), El poemamundo (2021) y 3cientos Uni Versos y otros poemas tales (2022).
“Entre el papel escrito y la boca hablada, al parecer, el poema está gestándose depurado y purísimo como en El bocablario, en una suerte oscilante de sempiterno estado de gracia. Mientras que en la escritura ya todo está listo aparentemente, en la boca por el contrario, la saliva aporta como un proceso ilimitado sujeto al reto esplendoroso del antes y el después del apalabrismo de El bocablario, que suena lejanamente parecido a rastros verbantes de lenguas originarias del sánscrito, a lenguas romances, a africanismos, o bien posee una familiaridad sonógrafa con ese esplendor léxico de nuestras lenguas indoamericanas. Las palabras de siempre, siempre las palabras, esperan que el poeta, a todo riesgo, las haga volver a (re) nacer”.
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