Sultana del Lago Editores

Editorial Independiente de Venezuela

¿Una sociedad es capaz de alcanzar paz y armonía? Por Sira Vargas De Biheller

¿UNA SOCIEDAD ES CAPAZ DE ALCANZAR PAZ Y ARMONÍA?

Comenzaré diciendo que, la paz corresponde a un estado mental del ser humano, visible desde afuera, por quienes le rodean. Por consiguiente, representa un estado de armonía con el todo, debido al equilibrio que se alcanza: mente—cuerpo—espíritu.

Cabe destacar que, el cuerpo humano no es sólo la masa material que vemos y tocamos. Existe, una parte invisible que es el alma y el espíritu. El equipo del cual dispone el ser para actuar, es su cerebro, por lo tanto, la mente representa, en consecuencia, parte de ese cuerpo.

Adiestrar la mente, para controlar el cuerpo y de esta manera, tener un espíritu sano, es algo realmente complejo, sin embargo, posible.

Una sociedad, debería estar enfocada en lograr ese equilibrio, no obstante, está centrada en que la persona logre belleza, dinero y vida cómoda. Cosas completamente opuestas al amor, porque nos llenan de oscuridad y tribulación.

Los mensajes van hacia esa dirección. Los medios de comunicación masiva: televisión, Internet, cine, revistas, periódicos, resaltan los valores imperantes en una sociedad: vanidad, placer, dinero, lujo, la opulencia… Es venerado, alabado, quien ha logrado tener más dinero en propiedades y cuentas bancarias, que quien ha alcanzado la iluminación.

Por consiguiente, la paz se logra cuando el individuo se percata que es un agente activo de cambio, porque es parte del proceso para alcanzarla. El primer paso, para construirla, es darse cuenta que no estamos solos, que los demás existen, con nuestros mismos derechos.

Cuando vivimos una vida egocéntrica, no nos percatamos de la existencia del otro. Ese “darse cuenta” es esencial en este tema. “No le hagas a otro, lo que no quieres que te hagan a ti”, o, dicho de otra manera: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” según las palabras de Jesús. ¿Y cómo es ese amor? Armonía con el todo, integración con la naturaleza, sintiéndonos parte de esa totalidad: animales, plantas, paisaje, personas… somos uno solo.

Sin discriminación alguna, con respeto al libre albedrio de cada quien. Asimismo, sin juzgarnos, aceptándonos, con todos nuestros defectos, errores y faltas. Además, perdonándonos a nosotros mismos y a quienes nos han hecho daño.

Este es el segundo punto para alcanzar la paz: amarnos a nosotros mismos. Dicho amor, se extenderá a los demás, los cuales pasamos a considerar como parte de nuestra propia humanidad. Es un tema que parece fácil, no obstante, conlleva un arduo trabajo interno, ello representa una tarea que algunos, no están dispuestos a hacer, porque se les imposibilita descentrarse de ellos mismos, para percatarse de la existencia del prójimo.

Resulta incómodo ver a quien tenemos al frente, como a uno mismo, tendemos a juzgar, criticar, evaluar, sus defectos y pasar por alto los nuestros. No somos objetivos en ese sentido, vivimos desde nuestra perspectiva y no nos descentramos para percibir aquello que le pasa al semejante.

Cuando alcancemos el concepto de “nos” elevaremos la categoría o, mejor dicho, evolucionaremos. En este momento, el humano está en el “yo” y mientras no salga de este punto, no trasciende. Salir del ego, para encontrar a los otros seres que están a nuestro alrededor, es una tarea obligatoria y necesaria para vivir en paz.

La familia, la escuela, así como la sociedad nos educan para tener, hacer y no para ser. Convertirnos en personas es fundamental. El animal, no necesita demostrar que es un animal, pero el humano si requiere demostrar que es un persona verdadera y para ello, debe tener un comportamiento racional, no emocional, ni instintivo.

Ahora, tenemos nuestro punto débil en las emociones. Nos afectan sobremanera las opiniones, palabras ofensivas, actitudes, gestos o la desatención de los demás. El creador, lo dotó de un pensamiento altamente especializado, capaz de hacer razonamientos abstractos, complejos, sin embargo, no puede regular, nivelar, revisar, ni mucho menos domar, sus reacciones ante los eventos. En este contexto, aunque ellas se interpongan, debe prevalecer siempre la razón.

Los santos son santos, porque han dominado sus instintos, sus bajas pasiones y han recanalizado dicha energía, en obras que benefician a los demás. Cuando hablamos de los demás, nos referimos a los más necesitados, quienes no pueden valerse por sí mismos: discapacitados, ancianos sin familia, niños de la calle, huérfanos y desamparados.

Estos desvalidos, requieren de la compasión de los otros para sobrevivir y es allí, donde debemos actuar. Ayudar a quien no puede trabajar, nos permite convertirnos en mejores personas.

La compasión es requisito básico, para darnos cuenta que existe el otro y demostrarle que nos sintonizamos con su necesidad.

La empatía, es otro sentimiento que vale la pena señalar porque es un recurso interno, indispensable para graduarnos de seres humanos. Si la demostramos, nos colocamos en lugar del otro y de esa forma, nos conectamos con sus sentimientos, pensamientos, actitudes. Logrando comprender aquello que le pasa, sufre o experimenta.

No es fácil ponerse en el lugar del prójimo, cuando no se han vivido las mismas experiencias, por ejemplo, si nunca hemos usado drogas y vemos a un drogadicto tirado en la calle, nos cuesta ponernos en su lugar y comprender cómo llegó hasta allí.

Sin embargo, como pensantes podemos proyectarnos en ese hombre o mujer y sentirnos identificados con su sufrimiento. Para ese propósito, la mente es fundamental. Desde pequeños, debemos aprender a adiestrar en la imaginación y en el uso de las habilidades cognitivas en general.

En consecuencia, la empatía tiene que ver con la capacidad de imaginar. Porque para ponerse en lugar del otro, debemos hacer una proyección mental, ubicándonos en la misma posición y así, identificarnos con su dolor.

Es un sentimiento, que nos permite hacernos solidarios con un igual, quien se encuentra en desgracia, o que está pasando por una situación dolorosa. De allí, nace el altruismo porque alguien empático, podría disponer de sus recursos materiales y espirituales, para colaborar con el necesitado.

Nos preguntamos: ¿Esos sentimientos se pueden modelar o ayudar a construir? Alguien podría decir que quienes nacen con mal corazón, nunca serán empáticos. Pero, podríamos señalar que cuando nos formamos en una familia donde hay equilibrio y nos han brindado afecto, además de cubrir nuestras necesidades básicas, nos convertimos en seres potencialmente buenos.

¿A qué me refiero con bueno? …sencillamente que es capaz de ayudar al otro cuando éste lo requiera. Todos nacemos con el potencial para lo grande, hermoso, no obstante, el camino hace que nos desviemos de ese propósito.

Allí, la familia tiene la carta determinante, si el ser es bienvenido, amado, respetado y sus necesidades básicas han sido cubiertas, podrían internalizar los valores positivos, que se requieren para desarrollarse como individuos sanos, equilibrados, factores de cambio, por una sencilla razón: guardan amor en su corazón. Se lo han modelado sus padres.

En este sentido, cuando se guarda rencor, odio, entonces el amor sale a pasear. Generalmente se va, cuando nos han golpeado, humillado, maltratado, abusado sexualmente o cometido otra atrocidad durante la infancia y adolescencia. En consecuencia, se pierde la capacidad de amar, la solidaridad y empatía.

Dichas personas, dejan atrás su humanidad, para transformarse en animales rabiosos, capaces de hacer daño, sin el mínimo atisbo de compasión. Veamos a los asesinos en serie, quienes poseen mentes sumamente perturbadas, con gran capacidad intelectual, por esa razón, se convierten en buenos para el mal.

Asimismo, el mundo está lleno de gente perversa. Aunque sea castigada, condenada por las leyes de determinados países, no se arrepiente de haber hecho daño al otro, ¿Qué pasó allí con el mandamiento de la ley de Dios?: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, se fue por el desagüe, porque el dolor, rabia, odio, impotencia y resentimiento, prevalecieron. Su ego gigante se interpone y la razón que usa, es inválida: fui abusado, maltratado, no tuve amor de mis padres…entre otras excusas.

En este sentido, propongo algunas acciones que podría tomar la sociedad para mejorar el estado de las cosas, con relación a la violencia:

Ocuparse del crecimiento personal y espiritual de los ciudadanos.

Que una sociedad se encargue del crecimiento del individuo, es algo complejo y tal vez, alguien podría afirmar que es hasta descabellado, sin embargo, no es un planteamiento absurdo, sino factible. Basta ver comunidades en el mundo las cuales viven en armonía, sin violencia y con estándares de felicidad medibles.

En este sentido, algunas naciones, han logrado mejorar o minimizar sus niveles de violencia, delincuencia, drogas, violaciones, con medidas punitivas drásticas para encauzar una población caótica que quebrantaba las leyes.

Esta contención agresiva, me parece muy frágil, porque si llegan a relajar las normas, entonces la población vuelve a sus malas costumbres. Por ejemplo, la corrupción…sociedades corruptas, muestran mucho dolor y violencia porque el común rechaza que sólo los ricos o pudientes, tengan derecho a disfrutar de justicia expedita, procesos que deberían ser gratuitos o de bajo costo.

Se crea de esta manera, resentimiento, separación, división y odio.

El ciudadano frustrado, reclama los derechos a un estado que no lo protege. Sucede igual en las familias, cuando el padre privilegia a uno de sus hijos y castiga al otro, se crean rivalidades entre los hermanos, las relaciones se vuelven un caos. No hay cómo armonizar un hogar, cuando hay disputas porque los padres son injustos.

Observamos cómo éstos, tienen reglas, normas para unos y para otros no. Esta misma injusticia, permea a las ciudades: determinados habitantes tienen acceso a bienes, servicios y otros no, por ende, el grupo desasistido, se llenan de mucha rabia e impotencia. En algún momento, explotan esas relaciones en conflictos, protestas, manifestaciones o violación de las normas.

Igualmente, las medidas drásticas podrían traer una paz relativa, movimientos que subyacen y emergen en algún momento. Ahora, si toda la población reclama esas normas estrictas, como única alternativa para enderezar algo que está demasiado distorsionado, si hay consenso, entonces podrían dar resultados.

No obstante, lo que planteo en este capítulo, es contrario a la violencia, son medidas que vayan nivelando a los individuos, equilibrando su energía para hacerlos más felices. Simultáneamente, se debe legislar para favorecer el orden, la justicia y la equidad. De esta forma, los gobernantes podrían lograr avances profundos y duraderos.

En consecuencia, una comunidad podría alcanzar niveles de prosperidad, armonía y lograr cambios, ejecutando simples medidas que todos pueden realizar.

Por ejemplo, la meditación, si se adiestran en las escuelas a los niños, adolescentes en esta práctica y se coordina, una hora específica para practicarla. Asimismo, ejecutar una hora de relajación con cantos gregorianos, mantras de sanación o alineación energética, se logra no sólo equilibrar a los estudiantes, sino que esa acción repercuta en todo el conglomerado. Si se hace de manera colectiva, podrían lograr cambios positivos hasta en el planeta completo.

Por ejemplo, si se ejecuta una visualización creativa de la tierra, envuelta en amor, luz, en nuestro corazón, una gran parte de la población, a la misma hora, logramos cambios instantáneos ¡Así de poderosa es la armonización!

Vale la pena acotar que, muchas personas en el mundo no son tocadas, ni acariciadas, no reciben ni siquiera abrazos. El ser humano, requiere el contacto físico del otro, por consiguiente, el masaje terapéutico obra milagros en los cuerpos alejados de la piel de los cercanos, igualmente el abrazo. En mis cursos de preescolar instauré la norma de abrazar al niño quien realizaba la planificación y el recuento. Recibía así el contacto de toda la clase, en dos momentos de la jornada.

La oración, es otra estrategia que nos permite disminuir la ansiedad y la tristeza. Orar es una conversación armoniosa con nuestro Padre Creador. La oración es un arma poderosísima para lograr paz interior. Rezar el rosario cada día, es la inversión más económica para tranquilizar nuestro ser interno.

Entonces, el crecimiento personal y espiritual del ciudadano, está relacionado con sembrar las bases de una personalidad positiva para una comunidad. Los seres humanos, no vivimos aislados, estamos asentados en comunidad, nacemos, nos desarrollamos y morimos en sociedad. Este es el punto fundamental.

Dicho crecimiento, debe comenzar desde el hogar y continuar en la escuela. Deben colaborar en el mismo, los medios de comunicación de masas: Internet, cine, televisión, radio, medios impresos, entre otros.

La cultura de paz, es una tarea de todos. Por algún punto, se debe comenzar. Propongo, que se inicie en la escuela y familia, porque son los pilares más importantes del triángulo social.

En la educación, debe planificarse un eje transversal, relacionado con la paz individual. Al establecerse como un eje, éste atraviesa o permea todos los contenidos y actividades. De esta manera, los estudiantes, tendrán la posibilidad de asimilarlo para construir equilibrio interior.

En este sentido, individuo, calmado, tranquilo es fuente y ejemplo para quienes le rodean. Por lo tanto, así como se van adiestrando a los niños y jóvenes en técnicas de relajación, visualización creativa, meditación, yoga… a los padres se les debe incorporar también, a estas prácticas que son beneficiosas para su salud. Se lograría, un efecto multiplicador.

Asimismo, ellos, envían a los niños a las escuelas para que tengan conocimientos. Ahora, el mejor y más importante de éstos, es el relacionado con la armonización del cuerpo y el dominio de la mente, el cual no está atendiendo en la actualidad. Entonces, ¿Cómo puede una sociedad aspirar a contar con paz y armonía? Seguirá dominando, la violencia, muertes y drogas.

Muchos de los problemas emocionales que hoy padecemos, se lograrían minimizar o reducir con técnicas de meditación, porque ésta nos conecta con nuestro maestro interno. Usar este recurso, nos abre las puertas a infinitas realizaciones de orden espiritual, que es lo más necesario para el planeta.

La preparación para lograr crecimiento espiritual es fundamental. Basta incluir en el currículo escolar un eje transversal para que atraviese los contenidos y lleve al desarrollo espiritual del estudiante. Para ello, es necesario formar a los docentes en este sentido. Se ganaría mucho, porque se avanzaría en algo verdaderamente básico para cualquier nación.

Se deben aprovechar las ventajas de la televisión, Internet, medios impresos, para hacer campañas bien planificadas que orienten a los ciudadanos a usar sus recursos internos, en el crecimiento de su espíritu. La familia, es un gran factor de cambio en una sociedad. Aquellos recursos que se inviertan en ella para lograr crecimiento, valen la pena.

Por lo tanto, se hace necesario tomar como centro de atención a la familia. Orientarse hacia esa armonía del ser interno. La escuela, debería trabajar en ello, igual que las universidades a través de su programa de Extensión e Investigación.

Normar a los ciudadanos. Vigilar el cumplimiento de las leyes.

Este paso es básico, para funcionar como sociedad. Cualquier comunidad de la naturaleza que sea, requiere de normas claras, conocidas por todos y consensuadas, para su funcionamiento.

Si la autoridad, impone las leyes, pero el ciudadano, no tiene derecho a participar de alguna manera en su construcción, a impugnarlas y sugerir cambios, entonces podríamos afirmar que no existe flexibilidad. Cuando es anulado, invisible, sin derecho a participar, las relaciones se tensan.

Vemos en algunas partes del mundo, protestas por diferentes motivos, casi todos relacionadas con las normas y leyes. En ocasiones, hace falta una legislación adecuada, correcta, para minimizar o castigar un delito nuevo. Ahora, está la Internet, con una serie de faltas graves que requieren atención y normativa para que la sociedad no vaya al caos.

La gente pelea, exige el cumplimiento de los derechos que les han otorgado las leyes, por lo tanto, son reclamaciones legítimas, hay un contrato previo que debe cumplirse. Sin embargo, el tamaño de las ciudades, la complejidad de cada una y la administración del dinero público, hace casi imposible que un gobierno cumpla con aquello que los ciudadanos exigen.

Cada población, tiene el derecho a trabajar, pero no hay suficientes plazas, a acceder gratuitamente al sistema de salud y no hay suficientes centros asistenciales, ni médicos o medicinas para garantizarlo. Así sucesivamente, una serie de conquistas que, en realidad, no se cumplen.

Esta situación genera violencia, agresividad, porque la población se llena de impotencia y revienta causando destrucción. También, vale la pena acotar que los ciudadanos, se resisten a cumplir sus deberes, se saltan las leyes, invaden impuestos, desean más beneficios y menos responsabilidades.

Por lo tanto, una sociedad feliz, armoniosa cuenta con leyes, las cuales se cumplen de manera estricta, por cada uno. En este sentido, no hay excepciones. Tienen acceso a la justicia, asimismo no existen diferencias entre los distintos grupos que hacen vida en ella. Cada habitante, debe ser un ciudadano de primera. Cuando hay habitantes de primera, otros de segunda o de tercera, los excluidos sufren enormemente porque hay un estado que los invisibiliza o rechaza.

Recordemos a las sociedades que mal llamamos “primitivas”, tienen pocas leyes, ninguna escrita, sin embargo, cada habitante las conoce, respeta, no las salta y no existen rebeldes, por una sencilla razón: están conformes con las normas, porque éstas funcionan.

Por ejemplo, en algunas tribus, manda una persona quien se ha elegido por su valentía y se destaca en el cuidado de su grupo. Éste, no se llena de ego o de poder para maltratar a los más humildes, sino que estas sociedades trabajan en equipo, sin pretensiones de obtener riqueza, sólo aspiran a vivir en armonía con el medio ambiente.

Talan un árbol, si lo necesitan, matan animales para comer. Podrían realizar rituales que son considerados bárbaros por otros, no obstantes, forman parte de su patrimonio cultural, cosmovisión y, por lo tanto, debemos respetarlos porque para ellos, funcionan. Por ejemplo, las tribus de Goajira venezolana, poseen códigos morales que, si se violan, se pagan con la muerte. Ellos, aplican la ley del Talión: “ojo por ojo y diente por diente”.

Supervisar la entrada de culturas extranjeras.

Este es un aspecto que es muy delicado, cada pueblo, región, sitio del planeta, tiene su cultura, costumbres, ideas, formas de vida, cosmovisión, en otras palabras. Cuando alguien migra a otro país, lleva consigo dicha cultura, no se puede desmontar una idea sembrada en un cerebro. Por lo tanto, si hay un choque entre la cultura del visitante o migrante y del país receptor, habrá problemas.

Algunos, podrían opinar que estas medidas que propongo, representan xenofobia, pero no todos los grupos humanos, tienen buenas intenciones cuando llegan a determinado país. En oportunidades, representan un “Caballo de Troya”, para dañar desde adentro.

Especialmente, aquellos quienes poseen ideas radicales, donde el odio, la discriminación e intolerancia son la norma. Entonces, si éstos llegan a un país libre, donde haya igualdad entre los ciudadanos, donde se cumplan las normas, les costará mucho la adaptación y tratarán, que esa población, vea al mundo con sus ojos y dicha visión es imposible.

En este sentido, después que una sociedad ha evolucionado, hasta lograr el cumplimiento de las leyes relacionadas con los derechos individuales, ha pasado un largo camino de luchas, sinsabores, vicisitudes, lágrimas y hasta guerras, por lo tanto, no va a volver hacia atrás.

Asimismo, las comunidades indígenas, con pensamiento animista, totalmente integrados con la naturaleza, con respeto hacia los elementos naturales, no encajan dentro de una sociedad consumista.

Tampoco, en sitios altamente poblados con elevados niveles de contaminación, donde se dañen los recursos de la tierra, especialmente el agua, árboles y animales. No podrían imponer su estilo de vida sin electrodomésticos o la vivienda colectiva. La sociedad ha avanzado y no va retroceder por ellos.

Las mujeres, han logrado un estatus, un puesto de casi igualdad y reconocimiento en las sociedades avanzadas. Ellas, principalmente no querrán regresarse a borrar las páginas de su historia, ni las luchas que realizaron para alcanzar sus derechos.

Por lo tanto, cuando alguien llega a un aeropuerto, a un puesto de vigilancia fronterizo, así sea difícil, debe llenar un formulario donde se le recuerde que el país tiene unas leyes y normas, costumbres las cuales no debe saltar. Si lo hace, pone en riesgo su permanencia en el mismo. O, en su defecto, debería firmar un documento donde señala que conoce las leyes y normas de ese país, además, aceptar su cumplimiento.

Ser firmes con esas disposiciones. Es como cuando invitamos a alguien a casa, tenemos unas normas internas y el visitante, no nos debe cambiar nuestra rutina, bajo ninguna circunstancia. Mucho menos, si no fue invitado y quiere entrar a la fuerza a nuestro hogar. No se trata de xenofobia o intolerancia, sólo de normas de convivencia.

Igualmente, existen países donde el desprecio, discriminación y violencia hacia la mujer son aceptados como norma de vida. Entonces, si esos hombres viajan con sus esposas a un país donde no hay ese tipo de discriminación y la violencia es severamente sancionada, no podrá maltratarlas, aunque ellas, lo acepten.

Asimismo, no está permitido agredir a sus hijos. Por consiguiente, vemos cómo no es conveniente la llegada de personas de otras culturas a un país de leyes y libertades, cuando éstas son diametralmente opuestas a las del visitante.

En Italia, por ejemplo, se presentan muchos problemas por las diferencias culturales con los inmigrantes africanos. Igualmente, en Francia ocurren conflictos con los musulmanes, provenientes de sus antiguas colonias, cuando se radican en ese país. En este caso, la religión obliga a las mujeres al uso del velo o el burka, costumbre que no tienen los franceses. Por lo tanto, no se les debe permitir esta vestimenta allá.

Recuerdo el caso de un turista, quien visitó a un país sudamericano y dañó parte de una estructura milenaria, al sacar una piedra para llevársela como un recuerdo. Este acto representa una violación a su patrimonio. Debería, impedírsele volver a ese país de por vida. Antes de entrar, debió firmar un documento donde aceptaba las leyes de ese país y no las iba a violar. Además, que tuviera un apartado, donde se comprometiera a pagar algún daño material que realizara.

Cuando un ciudadano, llega a un país procedente de otro, debe acatar y respetar la legislación vigente en el mismo, así no esté de acuerdo con ella. Si un hombre occidental, llega a un país musulmán, donde la mujer lleva el velo y camina detrás del hombre, debe saber que no puede comunicarse con ella, porque está prohibido. Pone en riesgo su vida y la de la mujer, si la aborda para preguntarle algo.

Entonces, el occidental, debe conocer a perfección las leyes del sitio donde va. Por otro lado, hay países orientales donde está prohibido tomar licor. Un joven, quien visite un lugar donde tengan esa norma, así le guste beber, sabe que no puede hacerlo, porque será multado o castigado severamente.

Es sencillo comprender: las leyes, costumbres, ideas de un país donde vamos como turistas, se deben respetar, así no estemos de acuerdo con ellas, porque corresponden a su cultura. Si hacemos lo contrario, nos exponemos a sanciones que podrían poner en peligro nuestra vida o ser expulsados a nuestro lugar de origen.

En otro orden de ideas, existen costumbres dolorosas para una sociedad entera, como es la ablación. Es la forma de violencia sexual más horrible, presente en este mundo. En la cultura occidental —avanzada, en este sentido— donde existen los derechos de la mujer, no cabe en la cabeza de alguien, que sean mutilados los genitales de una niña, para evitar el placer sexual cuando llegue a adulta.

La ablación, es una práctica contraria a la libertad. Con ella, le están quitando una parte importante y vital de su cuerpo. Es una mutilación. Sin el clítoris, se convierte a la mujer, en un objeto para el sexo con el varón. Es obvio que toda la piel es un órgano de placer, sin embargo, esa es la zona central.

Las niñas, en esta práctica, corren el riesgo de morir en el procedimiento, el cual ser realiza de forma completamente primitiva, sin guardar normas higiénicas. Se les niega a las mujeres la libertad de usar una parte de su cuerpo para sentir placer. ¿Por qué no se castran a los hombres?

El pene, también es una zona rica en vasos sanguíneos y, por lo tanto, altamente sensible. Esa costumbre significa violencia y discriminación contra la mujer. Lo más censurable es que son las mismas madres quienes pasaron por ese duro proceso, las que realizan o mandan a ejecutar esa mutilación o “negación de placer” a sus hijas. Es un acto inconcebible: La misma progenitora como verdugo de su cría, aun cuando conoce de primera mano, lo dolorosa e inhumana que es esta “castración”.

Por consiguiente, una madre con esta cultura o costumbre, no debe radicarse en un país libre, donde se respeten los derechos de los niños, porque va a ser castigada por su delito.

Aquello que es normal en una comunidad, en otra, podría ser algo penalizado por las leyes. La violencia hacia la mujer, es muy común en países de Asia o en naciones, donde no han evolucionado en el cuidado y protección de la vida, especialmente, en la valoración de ella, como pilar fundamental de una familia.

Orientar el crecimiento de las ciudades.

El crecimiento de las ciudades de forma indiscriminada, sin planificación, trae un sinnúmero de problemas, especialmente agresión y la violencia. Cuando se deja que crezca una comunidad sin control, entonces suceden hechos que son lamentables.

Por ejemplo, el hacinamiento trae mucha perturbación. La falta de recursos, para satisfacer esa población también, fomenta enfrentamientos, miseria y dolor. Por consiguiente, la falta de servicios básicos como: vivienda, salud, educación… conllevan mucho dolor y frustración en los ciudadanos más vulnerables.

La gente, escapa a los dolores, con diferentes tipos drogas y adicciones que hacen más difícil la convivencia en la mayoría de las grandes urbes occidentales. Se convierten los abusos en dolor y tristeza, formando un bucle que envuelve a la comunidad en general.

En consecuencia, los delincuentes, continúan con una vida sin control, haciéndole daño al prójimo y auto flagelándose también, en esa lucha diaria por la supervivencia. La misma sociedad, se va olvidando de los buenos valores, permitiendo que se establezcan nuevos valores emergentes, los cuales, son más permisivos con actos inmorales.

Existen lugares donde todo es admitido: drogas, sexo promiscuo, aborto, prostitución, o la explotación infantil, la esclavitud, entre otras cosas.

No existen límites, cualquier ciudadano puede hacer lo que desee, sin reglas o normas, desatando sus más bajas pasiones, sin que exista una ley para frenarlo. En este sentido, observamos sociedades donde permiten la pedofilia, prostitución o drogas, sin ningún inconveniente. Todo, en beneficio de la libertad.

Por consiguiente, observamos cómo hay una degradación de la sociedad. Cuando los niños son sometidos a abusos sexuales, sin que se vea incorrecto, las mujeres violadas o el uso indiscriminado de las drogas es permitido, sin intervención de ningún ente, entonces estamos al borde del abismo, vamos hacia la decadencia. Por lo tanto, la sociedad, se vuelve cada día más caótica y desordenada.

Por ejemplo, en las grandes y pequeñas ciudades, se regula la tenencia de una casa, los impuestos que debe cancelar, las normas para construir y mantener su vivienda, pero no, hay reglas que regulen la forma de vivir, eres libres para decidir lo mejor para ti, no importa que le hagas daño al otro. En consecuencia, ese dejar hacer a la gente lo que le apetezca, lleva al libertinaje y pudrición.

Las leyes, deben normar el comportamiento, ser inflexibles con límites que contengan los bajos instintos. La violación, el robo, el abuso sexual a menores, los homicidios, entre otros delitos, deben ser severamente sancionados, para dar ejemplo y la población, se percate que no puede hacer lo que le venga en gana. Debe respetar las leyes y normas sociales.

En este sentido, las ciudades deben ser pequeñas. Establecer una norma para el crecimiento de las mismas. Determinados habitantes por metros cuadrados, tantas casas por manzana, de tal forma que los hijos de esas personas, vayan buscando un lugar que los acoja, porque al crecer…no todos podrán vivir allí. Si lo hacen, colapsan las cloacas, el sistema de agua, de luz eléctrica y demás servicios.

No es difícil hacer estas regulaciones, pero algún mandatario debe atreverse. O planificar ciudades, para el crecimiento natural de hasta 50 años, es decir, a largo plazo.

Poblaciones pequeñas, construcciones humanizadas, es decir cómodas, amplias, sitios recreativos, escuelas, centros de salud, son básicas en estos grupos sociales. Asimismo, las universidades podrían estar equidistantes de un conglomerado de determinado número de familias. Por ejemplo, una universidad por cada cinco ciudades pequeñas de 50 mil habitantes, para citar un número.

La tierra es amplia, se puede normar el uso de los terrenos para construir viviendas. Cada pueblo, debe tener sus autoridades y que éstas, cuiden de a sus habitantes. Si es pequeño, pueden estar pendientes de la mayoría, si se deja construir en desorden, viene el caos y se vuelve ingobernable. Una de las prohibiciones debe ser el uso de cualquier droga.

Para ello, la escuela debe ayudar con las estrategias que ya señalé: currículo centrado en el cuidado del cuerpo como eje transversal, el ejercicio, alimentación adecuada, respiración, uso de técnicas para meditar, relajación y visualización creativa, entre otras.

Fomentar una cultura de paz.

La cultura de paz, es la cultura del amor, seguir las enseñanzas, el camino de Cristo. Aunque parezca religión no lo es, representa una forma de vivir en comunidad, una filosofía. Jesús, nos dejó muchas enseñanzas, si las ponemos en práctica, tendremos una vida tranquila.

Para los propósitos de este texto, definiré paz como equilibrio, armonía interior y la expresión del amor en contraposición de la violencia. Vivir en paz, con armonía, no quiere decir que no tengamos obstáculos o vicisitudes, éstos son parte de la cotidianidad, es tener la fortaleza para afrontarlos y fluir con ellos. No detenerse a resucitarlos a cada momento, para volver a sufrir lo que experimentamos, dejarlos pasar, no estancarse.

Por lo tanto, vivir en paz y armonía es no quedarse en el pasado, no cargarlo como un fardo pesado que nos impida seguir adelante.

Tampoco, vivir ansiosos, esperando el mañana, asustados, atemorizados por lo desconocido. ¡Nada de eso! La paz y la armonía, están relacionada con la unidad, con el centro, el presente. Es hoy nuestro momento, la cita especial con él, respirar cada segundo, retenerlo, hacerlo nuestro para vibrar con él. Sin pensamientos, ni palabras del ayer, ni del futuro. El pasado pasó y el futuro es incierto.

Por otro lado, cuando nos frustramos por todo aquello que nos rodea, por nuestras experiencias, viene la insatisfacción, nos llenamos de dolor, rabia y la forma de demostrar esa inconformidad es con la violencia. Por consiguiente, la verdadera clave para la vida es fluir, dejar correr los acontecimientos y verlos como si no fueran nuestros.

En consecuencia, debemos observar lo que está pasando como espectadores y no como protagonistas y preguntarnos: ¿Por qué vivo esta experiencia?, ¿Para qué me sirve?, ¿Por qué la he atraído? En este sentido, debemos tener la consciencia que todo aquello vivido o por vivir, lo atraemos nosotros mismos para aprender, para lograr crecimiento espiritual. No hubo ningún error, ni tampoco, casualidades.

No hay nada que pertenezca al azar o a lo fortuito. Hay deudas del pasado que deben cobrarnos en esta vida y si sufrimos al pagarlas, está bien, para esto llegamos a la tierra: a aprender a amar. En ese proceso, sufrimos por la terquedad, nuestro ego y creencia errónea que la vida debe ser una fiesta permanente.

La existencia no es un carrusel de diversión constante. Debemos hacernos responsables de nuestros actos, palabras y pensamientos. Todos ellos, nos pasarán factura en algún momento de nuestra existencia.

La pregunta que nos debe llevar a la reflexión es: ¿Por qué estoy aprendiendo con dolor? Deberíamos, aprender las lecciones con amor. Este es el deber ser, no obstante, no aprendemos con cabeza ajena, sino con la propia.

Solamente, cuando nos corresponde experimentar acontecimientos fuertes, relevantes o drásticos, caemos en cuenta que éstos existen y casi siempre, nos consideramos víctimas de las circunstancias o del destino.

Mientras pasan cosas negativas a los demás, no nos damos por enterados y no aprendemos las lecciones básicas. Son otros los merecedores de tragedias, nosotros no. Ahora, en lo que concierne a la paz, está vinculada al estado del alma y de armonía con el todo. En este sentido, podemos estar viviendo tribulaciones y aun así estar en paz.

Recordemos a Gandhi y su lucha por los derechos civiles y la independencia de su país. Su propuesta de la no violencia fue magnifica, lograr la libertad de una nación, sin emplear armas, sólo con acciones contundentes, pero pacíficas. Es una lección para las generaciones futuras.

Por lo tanto, la paz, no se trata de felicidad, alegría, fiesta, sino de seguridad en nosotros, en nuestras capacidades y estar en sintonía con todo a nuestro alrededor: animales, plantas, personas, ambiente en general. Estamos interconectados, integrados a lo existente.

Entonces, la paz es un estado mental, una decisión personal, sin embargo, los gobiernos, pueden hacer mucho para lograr esa extensión del conocimiento.

En este sentido, existen culturas en la tierra, donde sus habitantes crecen espiritualmente y están en armonía con el todo. No se suscitan peleas, ni guerras, ni acontecimientos negativos que dañen a la población. Si ellos, pudieron lograrlo, cada humano también puede hacerlo, basta proponérselo.

Contrario a éstas, existen culturas marcadas por la presencia de drogas, prostitución y materialismo, en todas sus formas. Ello, permite que la población viva en continua zozobra y desdicha. ¿Qué pasa con esto? Vemos que un acontecimiento negativo, atrae a otro y los habitantes se van llenando de oscuridad.

Por ejemplo, un hijo de un padre y madre alcohólica, sufre mucho por la costumbre de ellos y por su falta de responsabilidad a causa de la bebida, por consiguiente, crece con mucha rebeldía, rabia, tristeza y atrae malas compañías. En este camino hacia la oscuridad, se mete en pandillas, roba, se prostituye, usa drogas, porque está seguro que nadie lo ama y, además, porque los padres carecen de moral para encauzarlo. No han sido un buen modelo para ese chico.

En consecuencia, ese ser, se convierte en un germen de violencia y tragedia. Atrae mucho dolor: cárcel, vida en la calle, parejas pasajeras, igualmente lesionadas por la falta de amor o abandono. Si llega a formar una familia, tiene hijos que van a sufrir mucho más que él o ella y así sucesivamente, va aumentando el círculo de dolor y la oscuridad en su alrededor.

Por otra parte, cuando se muere un violento o lo mata la policía, llegan personas a este mundo, más agresivas o rudas que las que han fallecido. Por tanto, la solución no está en matar a los delincuentes. El mundo, de esta manera, se va contaminando con la oscuridad y hay una forma de parar esta locura. La solución, tampoco está relacionada con cárceles, patrullas o policías. Está relacionada, con una cultura de paz.

Asimismo, hay ciudades muy pobladas en el planeta, en ellas crece la violencia en las calles y dentro de las casas. El signo de este tiempo, es la falta de valoración por la vida y ello, trae mucho sufrimiento.

Igualmente, la veneración al Dios dinero, la inmediatez y el hedonismo. Estos son tres ingredientes de la conducta violenta. El cóctel perfecto: personas egoístas, enamoradas de sus cuerpos, afanadas por la belleza y aquello que compra el dinero, se pudren, al no cultivar el amor en sus corazones.

Esto, representa oscuridad que permea a la sociedad entera. Se va llenando de hollín, por la presencia de seres quienes consideran que, deben tener riqueza de inmediato, sin esfuerzo, ni espera, asimismo, con la creencia que esta vida es pasajera y que el ser humano, no vale nada. Si deseamos que se revierta esta fórmula, debemos cambiar de filosofía de vida y enfocarnos en calmar la mente, el cuerpo, con meditación, relajación, oración, entre otras técnicas.

En este sentido, ejercer la violencia es contrario a la cultura de paz. Ésta, tiene que ver con el comportamiento de una sociedad entera. No se refiere a un solo sujeto o a un aspecto puntual. La cultura está conformada por todo lo que tiene que ver con la persona y su ambiente: costumbres, formas de ver la vida o cosmovisión. Éstas, se modelan desde la infancia, en el medio donde vive el individuo.

Presenciamos en las urbes congestionadas, que existen pequeños segmentos pertenecientes a una cultura determinada y éstos, se esmeran para que sus hijos sigan sus patrones de comportamiento, costumbres, formas de enfocar la existencia. Por esa razón, hacen énfasis en la trasmisión de sus costumbres y su cultivo. De manera tal que, conserven sus tradiciones y se las puedan transmitir a la próxima generación.
Entonces, nos percatamos que la cultura, no es más que otra construcción humana. Por lo tanto, es susceptible de modificar. Un solo cambio y éste, se va extendiendo con el tiempo.

Por ejemplo, si vivimos en una comunidad indígena, tendremos unos valores, forma de vida, pensar y sentir, relacionada con una cultura que se va transmitiendo de forma oral, modelada por el quehacer diario: Cómo empleamos el tiempo, el lenguaje, creencias, costumbres en general, en concordancia o coherentes con su visión del mundo.

Por lo tanto, las actividades, comida, vestuario, recreación, forma de proveernos el alimento, trabajo, resolución de conflictos, leyes tácitas y explícitas, absolutamente todo, tiene relación con la cosmovisión.
La cultura, matiza el quehacer diario, al punto que nos fusionamos con la totalidad que hemos percibido desde el nacimiento, no nos desligamos de nuestras raíces, aunque adoptemos costumbres de otra comunidad.

Nos marca el folklore, sabores, olores, clima, paisajes y cada experiencia que hemos vivido desde la edad más tierna. Si nacimos en un país y crecimos en él, estamos impregnados de su esencia. Ésta, no es más que la forma de evaluar y asumir el mundo, que exhibe ese grupo humano.

Es su esencia viva, ésta late en nosotros como si fuera algo interno, nuestro centro y corazón. Marca lo que somos, sentimos y pensamos. En este punto, la familia tiene su cuota, porque nos aleccionan desde el vientre materno en lo que es correcto y permitido para nuestra sociedad.

Por ejemplo, si se demuestra el afecto o, por el contrario, si la gente es fría y desunida. Esas costumbres, se reflejarán en los pensamientos y acciones de la madre, entonces, las modelará de cierta forma, a su descendencia.

Recuerdo un caso que leí por Internet, donde un chico se perdió por muchos años, en una ciudad norteamericana. En su familia, no dieron parte a la policía porque era un grupo, donde no había unión, ni comunicación entre los miembros. No pensaron que algo malo le hubiera pasado al hombre, sino que simplemente, decidió irse sin avisar y no comunicarse con ellos.

Éste, dejó el empleo, la seguridad de su vivienda y su familia, sin importarle los otros. Los padres y hermanos, no estaban conmocionados por ello. En su estado de aislamiento voluntario, no habló con nadie, por más de veinte años. Estuvo viviendo por una zona boscosa, donde había casas para vacacionar. Allí, encontraba alimentos y útiles para sobrevivir.

Era tan hábil para quitar puertas, escurrirse a cámaras de video, que, por más de dos décadas, actuó a sus anchas, sin que nadie lo notara. Sin embargo, un hombre tan detallista y minucioso como él, se dio cuenta de pequeños hurtos, dio parte a las autoridades. Ellos, decidieron cazarlo. ¡Lo lograron!

Era completamente solitario y feliz de vivir de esa forma. Había sido educado sin lazos de afectividad. En conclusión, somos lo que nos han inculcado desde la más tierna infancia.

Por otro lado, la cultura de paz, comienza en el hogar. Está matizada por las experiencias en la escuela y en la sociedad entera. En este sentido, los medios de comunicación, especialmente la televisión, quien funge de niñera predilecta de los padres, es perversa porque de ella, los chicos reciben lecciones de violencia a cada segundo.

Vemos que, la mayoría de dibujos animados son grotescos, agresivos y cargados de contenidos que deberían ser censurados. No afirmo esto, con aires de santidad, sino porque aquello que se dice y hace en esa pequeña pantalla, es captado por el inconsciente del niño o adolescente. Además, archivado, para ser luego expresado de manera automática por ellos.

Igualmente, en casi todas las películas que exponen en la televisión, cine y redes, hay peleas, sexo, alcohol, drogas, maltrato físico, verbal, así como cualquier tipo de agresiones. Esa es la fórmula mágica para vender. La gente compra lo grotesco y banal. Rechaza de alguna forma, lo sublime, inteligente y hermoso.

El problema radica, en que la mente del niño, especialmente, no lo ve como ficción, es como si fuera testigo presencial de esos hechos.

En consecuencia, nos convertimos en espectadores de lo grotesco y violento, sin darnos cuenta del daño que le hacemos al cerebro. Esas imágenes se guardan en archivos, pasan como si fuera un aprendizaje y luego, reaccionamos de acuerdo a esas enseñanzas. Por ejemplo, en las novelas latinoamericanas, es común ver a las villanas o villanos, personas sumamente oscuras, enfermas de poder, de egos altos, extremadamente dañados mentalmente.

Ellos, hacen todo tipo de maldades al protagonista, quien aguanta estoicamente, hasta que al final, se libera de estos personajes, cuando “los malos” fallecen.

Entonces, seres débiles mentales, con baja construcción de su valoración, copian esos personajes, tratan de hablar como ellos, decir sus líneas y comportarse como tal. Buscan a una víctima para convertirse en villanas, se embarazan, para conquistar a un galán y así sucesivamente, porque en las novelas hay un final feliz.

En este sentido, no logran separar la ficción de la realidad. Entre menos instrucción y valoración tienen, son más fácilmente influenciables, vulnerables, moldeables en su pensamiento.

He visto adultos, actuando como si fuera en una telenovela, por lo tanto, vale la pena recalcar lo siguiente: si ver una novela hace daño a alguien con razonamiento lógico, ¿Cuánto más, dañará a un niño? Por lo tanto, todo lo que ven en la televisión forma parte de su cultura, es asimilado sin filtros.

Construir una cultura de paz, pasa por revisar los contenidos de las películas, novelas, tiras cómicas, entre otros contenidos de la programación regular de la televisión. En algunos países, dirán que si se realiza una acción de esa naturaleza estarían en contra la libertad de pensamiento y de expresión. No obstante, por salvar a los niños valdría la pena, hacer esa revisión.

Ahora, la Internet debería restringirse también a los menores, para que tengan sólo acceso a contenidos pedagógicos. Sin embargo, con el movimiento de un dedo acceden a cualquier página y por ende a contenidos, que puede impactar negativamente su mente.

En consecuencia, el cerebro del niño se matiza con mucha facilidad y las imágenes quedan grabadas sin filtro, por lo tanto, la pornografía o la violencia, causan graves daños a su personalidad. Por esa razón, los padres deben estar atentos y protegerlos de ver contenidos que no estén acorde con su edad o nivel de madurez. Asimismo, de las conversaciones que tienen.

He escuchado cómo los padres hablan de temas que no son aptos para los pequeños de la casa. Les quitan la inocencia, por su ignorancia e imprudencia.

En conclusión, la cultura de paz es posible, aún en ciudades muy grandes. Se debe poner en práctica la división por cuadrantes, para administrar espacios más pequeños, los cuales deben ser asignados a un líder con visión de futuro. Además, aprovechar las habilidades de los habitantes para crecer espiritualmente.

No existe otro camino, construir una cultura de paz, pasa por tomar las lecciones o enseñanzas de los grandes maestros pacifistas, de la gente elevada espiritualmente o iluminada para aplicarlas con eficiencia.

En consecuencia, utilizando los recursos de los cuales disponemos en la actualidad, como son los medios de comunicación masiva, escuelas, universidades, empresas, sociedad civil organizada, instituciones religiosas, padres, familias, entre otros, podríamos planificar y ejecutar cambios de patrones de comportamiento para enfrentar el día a día.

Primero, deberíamos comenzar por las emociones, conocerlas, familiarizarnos con los términos, qué implican y cómo usarlas en nuestro crecimiento. Otro conocimiento importante, está relacionado con el cuerpo, cómo cuidarlo, la alimentación, respiración, descanso, órganos sexuales, entre otros. Sin conocer el cuerpo, no avanzamos, es algo primordial.

Este conocimiento, no puede quedar sólo en anatomía, debe ir más allá como la exploración del tema de la espiritualidad, el dominio de la mente, cómo usarla para sanarnos, entre otros aspectos. Asimismo, el tema más importante que deberían promocionar por todos los medios disponibles, es la familia, cuándo, cómo conformarla, la preparación que se debe tener para asumir una responsabilidad tan compleja como esta. Es decir, cómo hacer una elección de pareja.

Porque es la empresa más difícil que existe en este planeta, por lo tanto, se hace necesario el conocimiento de cuestiones básicas, porque de ellas depende el destino de una nación.

Por ende, un país va en el camino que lleva la familia. Un gobierno debe intervenir para la formación de los integrantes de la más importante institución social existente. Una familia constructiva, ayudará en la formación de personas con valores positivos para la convivencia pacífica.

Otro pilar de la sociedad es la Educación, por lo tanto, también debe cambiar de rumbo e ir hacia la preparación del ciudadano para la paz.

En referencia a este tema, recuerdo con mucha alegría a un hombre brillante, venezolano, el Dr. Luis Alberto Machado, quien fue ministro para el Desarrollo de la Inteligencia, durante el mandato de Luis Herrera Campins. Al principio, la gente se reía de su cargo.

Él, planificó campañas en la televisión para estimular a los niños y desarrollar sus habilidades desde su nacimiento, también formó a maestros en el uso de la creatividad y el hemisferio derecho del cerebro. Tanto éxito tuvo, que muchos de los profesores a los cuales preparó, fueron contratados como asesores educativos en varios países del mundo.

Duró muy poco en esas funciones, las presiones fueron muchas para que terminara un experimento que tenía objetivos claros, precisos y concebidos por una mente brillante. Lamentablemente, en la gente mediocre no hay interés de cambiar el estado de las cosas, sólo los pioneros como él, se atreven a proponer y ejecutar acciones para cambiar la historia.

La familia es fundamental para alcanzar la paz.

La familia, es la base en la formación de un ciudadano. Si los padres y familiares se preocupan porque el niño se forme en un ambiente normado, con reglas más o menos flexibles, dentro del hogar y fuera de él, entonces, el ciudadano se va acostumbrando e internaliza que hay una serie de normas de actuación o comportamiento que deben seguir, en cualquier ámbito.

Por ejemplo, un adolescente puede andar en su casa en sandalias plásticas, short y sin franelilla, sin embargo, para ir a la calle, debe vestirse de manera más formal. Los niños, pueden correr, saltar en los muebles, si los padres lo consideran correcto y en casa de los amigos de sus padres o de sus compañeros, deben comportarse de otra manera. Igualmente, no entrar a los cuartos de los amigos.

Observo que, los chicos van de visita por primera vez y pasan hacia las habitaciones, esto es algo incorrecto, la sala de una vivienda es el sitio para recibirlos.

Algunos, dirán que son detalles insignificantes, no obstante, deben existir normas para educar a los chicos, por una razón muy conveniente: si hay laxitud en el hogar, no habrá leyes que los contengan en el exterior. Es como andar mal vestido y sucio. Si alguien, se acostumbra a vivir en suciedad, tirará la basura a la calle, tampoco, reparará en que eso es incorrecto. Es algo lógico: si quieres un mundo ordenado, comienza por tu habitación.

Cada norma aprendida en la familia, se extiende a la calle y permea a la sociedad entera, por esa razón, debemos trabajar en mejorar la crianza de los niños y el crecimiento personal de los miembros. Por algún punto, debemos comenzar y desde la Educación, podría ser lo correcto.

Observamos a muchas familias con relaciones deterioradas, cuyos miembros no pueden con sus problemas y han hecho mucho daño a sus hijos. Sin embargo, siempre es posible mejorar, reconducir el comportamiento para evolucionar. Ahora, en la infancia, aquello que se aprende no se olvida jamás, los hábitos adquiridos perduran para siempre. Por lo tanto, es el mejor momento para actuar y ¿Quién es el llamado a hacerlo?

En primer lugar, los gobiernos incluyendo en los programas educativos, contenidos que lleven al desmontaje de comportamientos negativos, los cuales perjudican a la sociedad entera.

Ahora, cuando llegamos a la adultez, debemos tomar consciencia que es necesario prepararnos para un mundo mejor, para ello el trabajo individual, interno, es fundamental. Aunque requiere esfuerzo, debemos intentarlo, porque con pereza mental, no logramos cambiar el estado de las cosas.

Lo más importante es empezar por nosotros: cambiar la vibración para entrar en una onda de amor hacia nosotros mismos y hacia el todo. Esa armonización permea a la sociedad entera.

No se trata de una receta para seguirla y que aparezca la paz como resultado. Cada sociedad, comunidad, país, tiene unas características propias y debe adecuar las medidas a dichas particularidades. Por consiguiente, se trata de actuar, no dejar que los hechos negativos sigan destruyendo a la población. Por mucho deterioro que exista, es posible comenzar e ir cambiando.

En este sentido, observamos que existen muchos países donde sus habitantes, viven tan envueltos en la violencia y las soluciones propuestas o ejecutadas son tan tímidas, que no llegan ni siquiera, a paños de agua tibia. En consecuencia, se hace necesario, trabajar desde la causa. Los daños generalmente, son estructurales.

La problemática de la violencia, presenta muchas aristas y las soluciones que se plantean van enfocados hacia la parte represiva, no hacia la preventiva. La raíz es el ser humano, quien no ha logrado conocerse a sí mismo, no sabe controlar sus instintos, porque se ata a la materialidad y deja de lado lo espiritual. En este sentido, deberíamos comenzar por adiestrar al niño a responsabilizarse por sus actos.

Cada uno debe aprender que nosotros somos la fuente, el origen y, además, tenemos una dotación de recursos internos para salir del problema.

Las autoridades, se centran en sancionar al infractor, no en educar para que no se cometa el delito ¿Por qué esperar a que otro resuelva lo que yo mismo cree? Las soluciones están lejos de lograr buenos resultados. Más muertes, más delitos, más caos, es lo que se consigue con acciones represivas, en muchas oportunidades.

Debemos analizar qué hacen las comunidades primitivas para resolver conflictos, veamos: ¿Por qué ellos no llegan al caos y nosotros sí? ¿Qué nos hace más vulnerables como sociedad?

Es una buena pregunta para comenzar la reflexión. Una respuesta rápida sería que, se debe a la forma egoísta como nos educan. Nos enseñan que tenemos derechos, pero no nos entrenan en que los deberes, son primero. Es decir, debemos enfocarnos en los deberes. Si cada ciudadano cumple con ellos, el mundo sería más armonioso.

Los padres, en la actualidad arrullan, abrazan y sobreprotegen a los hijos para que no les pase nada. No les enseñan a valerse por sí mismos, tampoco a perder. Los forman para ganar siempre, además que deben atropellar y llevarse por delante a cualquiera, sin importar quien, con la finalidad de satisfacer sus deseos.

Les enseñan: “El fin justifica los medios” de Maquiavelo. Asimismo, se educa a las criaturas, bajo criterios hedonistas: los bellos, ricos y famosos, son los triunfadores, los demás… son perdedores.

En esta época, la apariencia es el primer punto para que alguien sea ganador. Ser ganador, es tener un millón de dólares en la cuenta del banco, derrochar y mostrar la riqueza. La sociedad, respeta a quien produce dinero, no importa cómo lo gana, éste le da aceptación. La complacencia antes mencionada, ha hecho que pierdan la autoridad sobre los hijos, por lo tanto, la sociedad, con sus leyes, no puede, ni podrá contenerlos.

Aunque las leyes de un país sean rígidas, no logran controlar el caos que se ha formado como consecuencia de esta laxitud de los padres. Complacer a los hijos a toda costa, trae mucha perversión y dolor.

Las ciudades modernas, están repletas de chicos sin control, haciendo daño a sus pares, a la sociedad entera, sin que ellos se den por enterados. Ahora, las leyes deberían ser bien drásticas y enfocarse hacia los progenitores, para ver si aprenden que su papel es vital en una sociedad.

Observen el flagelo contemporáneo que se denomina “Bullying” o acoso escolar, ocurre porque en el hogar se ha modelado este comportamiento, igualmente en la escuela y en la misma sociedad.

En consecuencia, tu hijo, no es tu problema solamente, es problema de la sociedad entera, porque cada aprendizaje que haya construido en tu casa, lo va a demostrar afuera. Si es violento, es porque en su familia lo ha aprendido.

En general, las parejas no se limitan a dilucidar sus diferencias en privado, sino que se agreden delante de los niños. Algunas veces, se exceden, vienen las ofensas de palabras y acciones. Dicho de otra forma, no saben cómo llevar un diálogo o comunicación asertiva, para dirimir sus diferencias. Entonces, el estudiante hace en la escuela, aquello que fue modelado por sus padres. Ver el texto de la misma autora: “El Bullying… ¿reflejo de lo que sucede en la familia, escuela y sociedad?”

Por esa razón, no basta decir: “soy padre”, debe ejercerlo. Éste, representa la autoridad, el guía, la persona experimentada quien modela el comportamiento de la criatura, además, orienta, cuida y protege, para llevarla a insertarse positivamente, en la convivencia de la comunidad donde habita.

No es un trabajo simple, por otra parte, es factible ejecutarlo con acierto. Una de las pautas para la disciplina es aprender a decir: “No”, porque decir: “Si” es muy sencillo, y, además, aprender a respetar la palabra dada.

No se hace daño al niño, cuando no se le da aquello que pide. Porque, ante todo, debe merecerlo. No estamos hablando de la comida, ni de la ropa. Deben proveerles lo necesario para vivir. Ahora, las salidas a fiestas, caprichos, artículos caros, o innecesarios, no tienen cabida en unos padres sabios.

Cuando acceden a todo aquello que piden, convierten a los chicos en sobre merecedores, yo los llamo también: “Chicle Candy o Infantes eternos”. Nunca se van a saciar, siempre pedirán más y más. Si se transforman en proveedores de deseos, aprenden que se merecen todo y nada puede negárseles.

Entonces, toman por la fuerza lo que desean, para satisfacer su ego, cuando no se les permite algún bien.

Un padre equilibrado, dará a sus hijos los bienes necesarios, enseñará el valor del dinero y del trabajo para ganarlo. Asignará su mesada en base a su edad y el dinero justo para comprar las meriendas en la escuela. Si un niño lo gasta antes de tiempo, debe esperar al mes siguiente, para tener nuevamente su asignación. Ser firmes, es la palabra clave cuando se asume el rol de formador.

Asimismo, normar las actividades, horarios, momentos, asignar tareas, elaborar cronograma de actividades. Por otro lado, la autoridad debe explicar las normas, anotarlas y hacer que las cumplan. En este asunto de la disciplina, los remito al libro antes citado del Dr. James Dobson: “Atrévete a disciplinar”, allí se explica cómo educar a un niño, con normas.

En este sentido, nunca deben agredirlos, ni chantajearlos, para que cumplan sus tareas, sino suspenderles alguna actividad que les guste. Siempre, actuando con justicia, calma y paciencia, porque los hábitos positivos, se adquieren muy poco a poco.

En resumen, la familia es el pilar donde descansa la sociedad, por lo tanto, su labor es necesaria para que funcionen las demás instituciones. Una familia equilibrada, justa, armoniosa, formará hijos con el mismo modelo de comportamiento y la sociedad entera, se beneficiará. Parientes violentos, agresivos, modelarán esa conducta en los pequeños y éstos, atentarán contra otras personas de su entorno o de la sociedad en general.

Para concluir este capítulo, podríamos decir que la sociedad se sirve de la familia y de la escuela para funcionar correctamente. Cuando fallan estas dos instituciones, dichos baches repercuten en la población completa. Las grandes ciudades —como ya lo he citado— están llenas de violencia, odio, maldad, delitos de todo calibre y podredumbre en general.

Podríamos asegurar que hay mucha oscuridad, porque la gente transita por la puerta ancha, es decir, dan rienda suelta a los placeres de la carne y dejan atrás el sacrificio, la vida dentro de las enseñanzas cristianas. Jesús, vino al mundo a salvarnos, indicándonos el camino a seguir, no obstante, parece que la gente se desborda y hace todo lo contrario a sus mandamientos. Vamos detrás del Dios dinero, convirtiéndolo en un ídolo.

La gente rica, famosa, dicta la pauta de las normas que rigen la sociedad: moda, tipos de familia y demás costumbres que siguen los ignorantes como si fueran borregos. Éstos, se convierten también en ídolos, dioses falsos. Igualmente, la belleza y la moda, nos guían.

En este sentido, nos dejamos llevar por prototipos que hacen mucho daño a quien no tiene las medidas, ni la belleza promovida por las redes. Allí, no caben los bajitos, gordos, discapacitados, cabello rizado, piel oscura u amarilla, entre otros.

En fin, la mayoría de personas no entran en los estereotipos que promueven los medios. Esta oscuridad, se revierte en la misma sociedad que la promueve y el caos fluye por el mundo. Los gobernantes, se interesan por las finanzas, en la economía de las naciones, pero no en lo fundamental que es la paz y armonía de los individuos o en su crecimiento espiritual.

Centrarse en la paz, no trae votos. Si hubiera un candidato completamente pacifista, quien exhiba un proyecto de leyes para ayudar al crecimiento espiritual, tal vez sería catalogado de soso o ineficaz. ¿Recuerdan la fábula de las ranitas que querían un rey? Los remito a leerla para que observen la moraleja.

Es en este punto, donde los gobernantes deberían enfatizar: promover el equilibrio, la armonía y paz en la sociedad. Para ello, comenzar por la familia y la escuela, para proyectar resultados a mediano o largo plazo.
Arrancar con un proyecto de esta envergadura, no requiere de tantos recursos económicos. Por lo tanto, la invitación para quien desee gobernar es marcar la pauta: cambiar esquemas e intentar construir una sociedad más justa.